Y allí estaba yo, envuelto el mis sábanas de seda, postrado en una cama que bien podría ser una habitación en si.
Supongo que no hace falta decir que era el hijo mayor de una gran familia muy adinerada, y supongo que tampoco hace falta decir lo que eso supone. En efecto, era el heredero de una poderosa familia: Tierras, poder, fama, mujeres... Pero lo mio eran las historias.
Las noches de cacería, me escabullía por mi ventana y buscaba las luces lejanas de las hogueras. Prefería dormir entre leños e historias que entre plumas y fuentes de oro. Pero me estoy yendo por las ramas.
Ahí estaba yo, mirando la luna por mi ventana. Sabiendo que aquella era la noche del solsticio. Una noche única en todo el año. No por lo que representaba, si no porque en esas noches aparecía él. ¿Creéis que estoy loco por creer en un mito?, no os culpo, pero es la verdad.
Escapé por la ventana de mi cuarto como tantas otras veces había hecho y me dirigí hacia donde el caminante solía pasar las noches de solsticio. La gran vía. Y no os voy a mentir, tenía miedo y frío, pero la emoción de poder ver al caminante superaba todo eso con mucho.
La calle estaba vacía y poco iluminada, y una luna llena arrojaba su luz blanquecina sobre los desiertos callejones. Solo el leve murmullo de los borrachos en las tabernas rompía el eco de los grillos. Llegué a la gran vía y me senté en un banco a esperar. No sabía que hora era, pero la luna estaba en lo más alto.
No se si pasaron pasaron horas, pero la espera se hacía eterna, y la llama de la ilusión lentamente se iba desvaneciendo. Justo entonces oí unos pasos acompañado de unas voces. Se trataba de dos hombres borrachos que volvían de la taberna. Al verme se dirigieron al banco donde estaba sentado:
-Vaya, pero si es el pequeño Bill -.
Su aliento apestaba a cerveza barata. Lo corregí:
-Will -.
El borracho se tambaleó un poco y se apoyó en su compañero, no menos borracho:
-Will Brinson... Ah, ya te recuerdo. Eres ese niño mimado que vive en la mansión del acantilado. La gente como tú merecéis algo peor que el repudio de la sociedad -.
Sentí que un nudo se agarraba en mi estómago, pero haber respondido a esos dos hombres habría sido un error fatal. Pero la magia de la cerveza actuó por sí sola y en menos de un minuto ambos borrachos ya estaban pegando voces:
-... ¿Te crees muy bueno?¿Acaso te crees mejor que yo? -.
El borracho me agarró por la camisa y me levantó con un solo brazo al tiempo que gritaba y me llenaba de saliva:
-... ¡No eres mas que un mero mocoso ricachón! -.
La boca se me llenó de un sabor a sangre cuando el borracho hizo impactar su puño contra mi cara. ¿Para qué gritar?, no había nadie en la calle.
-...¡Os odio, os odio, os odio!...-.
Noté como una de mis costillas se rompía al recibir una patada. ¿Iba a morir?, realmente lo pensé. Pero todo paró tan pronto como empezó. Cuando abrí los ojos los dos borrachos se estaban enfrentando a un señor con sombrero y una capa negra que tapaba todo su cuerpo. El hombre derribó a los dos borrachos, pero uno de ellos se levantó con un puñal en la mano. Intenté gritar, intenté advertirle, pero mi voz no escapaba de mis pulmones. El borracho le clavó el puñal al hombre en la espalda, pero este apenas se inmutó. Entonces empezó a fallarme la visión. Las lineas se difuminaban y se volvían confusas. Entonces una luz cegadora invadió todo y... Perdí el conocimiento.
Al despertar estaba en mi cama. Notaba espesa la lengua, pero no tenía ninguna herida y me notaba muy descansado. Aquel fue mi primer encuentro con el caminante. Tardaría varios años en volver a verlo, pero para la próxima estaría preparado.
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El mito del Caminante
RandomTodos hemos contado historias alrededor de la hoguera. Esas historias llenaban las noches frías y daban una excusa a los más jóvenes para quedarse hasta tarde. Todos hemos disfrutado con las típicas historias y cuentos; El hombre del saco, el lobo...