La luz de la habitación se había atenuado. El viento apagó un par de velas mas:
-Profesor, no creo que este sea el momento para ponerse a leerlo -.
El profesor Richard sabía que tenía razón. Con cuidado cerró el libro y lo guardó en su macuto.
La expedición bajó con cuidado por las escaleras a oscuras. Iban palpando las paredes. Una luz les llegó desde abajo:
-¿Quedaba alguien mas abajo? -.
-Que yo sepa, estamos todos aquí -.
El profesor agudizó la vista y alcanzó a ver a un hombre tapado por las sombras al pie de las escaleras. Al llegar abajo el profesor se colocó al frente:
-Hola, soy el profesor Richard, estamos aquí para... -.
El hombre los hizo callar con una mano:
-Da igual quien seas. No tenéis derecho a entrar en mi casa -.
El asombro se marcó en el rostro de los allí presentes. De nuevo, el profesor Richard habló:
-Creo que se equivoca, señor. Esta casa lleva abandonada cientos de años, y su construcción se remonta mucho más en el tiempo y... -.
-¿Crees que no se cuándo construí mi propia casa? -.
El profesor se vio doblemente sorprendido:
-Eso es imposible... -.
El hombre se fijó en el macuto del profesor y lo señaló con un dedo:
-Eso, ¿qué llevas ahí? -.
El profesor se ciñó el macuto al cuerpo:
-Es una reliquia que he estado buscando casi toda mi vida -.
-Ya veo... -.
La expresión del hombre se relajó. La luz de la vela dejó ver el rostro de un hombre joven, pero de una mirada increíblemente vieja:
-¿No os importaría leer el libro aquí? -.
El profesor vaciló pero finalmente preguntó:
-¿Qué quieres conseguir con ello? -.
El hombre se encogió de hombros:
-Solamente recordar. Hacía tiempo que no escuchaba mi propia historia -.
Todos los presentes se miraron con incredulidad. Una chispa iluminó el rostro del profesor:
-Eres... ¿Will? -.
El hombre rió abiertamente:
-Will... A veces lo echo de menos -.
-Entonces... -.
El hombre se cruzó de brazos:
-Will murió hace muchos años. No, no soy Will, pero supongo que deducirás quien soy -.
El profesor tragó saliva:
-Eres... ¿El caminante? -.
El hombre echó a andar por el pasillo con la vela en la mano. La expedición lo siguió hasta un enorme salón. El hombre se dejó caer en el sofá viejo, levantando una nube de polvo. Hizo un gesto para que el resto se sentara:
-El caminante o no, ese libro que tienes ahí cuenta mi historia. Por favor, ¿podrías leerla? -.
El profesor dudó, pero finalmente sacó el libro de la funda y lo abrió por la página en la que dejó su última lectura:
-¿Qué ganas con esto? -.
El hombre hizo un gesto airado con la mano:
-Recordar viejos tiempos, ya te lo dije -.
El profesor dio un suspiro y comenzó a leer.
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El mito del Caminante
RastgeleTodos hemos contado historias alrededor de la hoguera. Esas historias llenaban las noches frías y daban una excusa a los más jóvenes para quedarse hasta tarde. Todos hemos disfrutado con las típicas historias y cuentos; El hombre del saco, el lobo...