6. Donde cantan los caminos

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"Existe un lugar donde el agua es transparente como el cristal. Donde los árboles se mecen al son del viento y las flores presumen orgullosas de sus colores. Existe un lugar donde convergen varios caminos, pero no convergen por que estén ahí no... Convergen para cantar."

-¿En qué piensas? -.

Se había hecho tarde. La luz que entraba por las ventanas era de un color anaranjado. Nala seguía plácidamente dormida sobre su cama. El hombre al que yo suponía como el caminante seguía allí sentado. Impasible y con una voz calmada:

-En historias -.

El hombre se inclinó más hacia adelante:

-¿Y qué cuentan esas historias? -.

No pude evitar sentirme ofendido:

-Las historias cuentan historias, no entiendo la pregunta -.

El hombre esbozó una sonrisa:

-Todas las historias tiene una parte de verdad. Incluso... -.

-Incluso el mito del caminante, ¿me equivoco? -.

Me puse en pie:

-Bueno, solo existe una historia. Dentro de esa historia se cuentan las demás historias -.

El hombre se puso en pie:

-¿En qué historia pensabas? -.

Me puse furioso:

-No me lo puedo creer. Me secuestras, me traes a un lugar que dudo que esté ni en el mismo planeta que el mio, ¿Y me preguntas las historias en las que pienso? -.

El hombre abrió la puerta que daba al pasillo del hotel. Pero ahora era distinto. La luz que entraba por la puerta era blanquecina, una luz de luna. El frío se coló y se arrastró por nuestros pies. Era la puerta de una casa cercana a la casa de Nala. Aún era de noche y el humo aún se agarraba a los restos calcinados de la casa. Cientos de personas del vecindario se agolpaban enfrente de la casa. Pude reconocer a los padres de Nala llorando entre la multitud. También pude distinguir a mi padre, con su semblante serio. Alguien se le acercó y le dijo algo, padre asintió y se fue. Entonces la puerta se cerró y de nuevo reinó en silencio. El miedo me atenazó durante unos instantes antes de serenarme y respirar con calma:

-¿Me vas a matar? -.

El hombre rió abiertamente. Entonces la puerta sonó de nuevo. Una mujer de pelo castaño con un vestido de flores y descalza entró oliendo a hierba. Tenía los ojos del verde más intenso que había visto nunca y sus labios sin duda los más hermosos que había contemplado. Se acercó al hombre y le dijo con dulzura:

-Ya esta todo preparado -.

El hombre se giró y me sonrió:

-Bueno, parece que nuestro joven tiene mejores cosas que hacer... -.

Se acercó a mi:

-... Tienes dos opciones, como tantos otros antes que tú. Puedes quedarte aquí con Nala. Cuando ella despierte, tú perderás la memoria junto con ella, y estaréis en la tercera planta del hostal de la esquina de tu ciudad. Nada pasará y tu vida seguirá como hasta ahora, pero... -.

El hombre se acercó más a la puerta y la abrió aún más:

-Puedes venir conmigo. Ser mis ojos y mis oídos, ser mi sombra y mi timón. ¿Qué me dices? -.

Como supondréis, aceptaría sin ningún reparo. Era el momento más importante de mi vida. El momento que había buscado desde que escuchara la primera historia junto a la hoguera cuando era niño... Pero algo se agarraba a mi razón. Tenía miedo y sentía nervios. Mi mente prodigiosa me decía que algo iba mal, y que debía salir corriendo. Pero mi mente infantil seguía queriendo irse con el caminante. Miré por la puerta y vi un bosque enorme. Pero no un bosque normal. Si habéis estado en un bosque, sabréis que siempre se respira algo mágico. Notas que todo rebosa vida... Pero aquello era extraordinario. El bosque estaba vivo y me hablaba, me decía "Ven". La mujer que había llegado sonrió y se metió en la puerta. El hombre se estaba yendo cuando por fin me decidí:

-¡Espera! -.

El hombre se paró y me miró por encima del hombro:

-Iré contigo -.

El hombre me tomó por un brazo y me llevó con él. Lo último que vi fue la cara de Nala antes de que la puerta se cerrara, sellando mi historia.


Lo primero de lo que me percaté era de que alguien cantaba a lo lejos. Luego me percaté de aquel olor profundo. Una casa en un árbol y... Unos caminos cantando. No hablaban con palabras, pero si cantaban con susurros. Varios senderos entre la maleza susurraban al unísono, llenando el aire de una melodía natural hermosa. El hombre se acercó por detrás:

-Y bien joven Will, ¿en qué historia pensabas? -.

La mujer que había entrado por la puerta cruzaba un lago hasta un pequeño islote. El agua cristalina se rompía en ondas al paso de la mujer:

-Se que tienes muchas preguntas, pero las responderé a su debido tiempo. Ahora... No hagamos esperar a la dueña de este bosque -.

Seguí al caminante hasta aquella casa con un nudo en el estómago y con la sensación de que no sabía nada realmente.

El mito del CaminanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora