4. Cortesía y estupidez

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La semana siguientes las pasé practicando modales en la mesa, claves de cortesía, y más poemas románticos de los que hoy puedo recordar. Según mi padre, aunque la boda fuera concertada, si lograba ganarme el corazón de Valirían no nos faltaría su lealtad:

"Recuerda hijo, la cortesía y la estupidez van de la mano. No hagas ninguna estupidez"

Aún hoy, hago memoria y es la frase que mejor recuerdo de mi padre.


Espalda recta. Codos fuera de la mesa. Los cubiertos se cogen de fuera a dentro y de izquierda a derecha. Cuello firme. Mantén la mirada en los ojos. Nunca se deja la servilleta en el lado derecho del plato. Nunca que termines todo el plato, es señal de que pasas hambre... Las normas estúpidas de cortesía no tenían fin. Y por fin llegó el fatídico día. Valirían Sarpilié, acompañado por su padre el barón Robert Sarpilié, entró en la mansión. En su defensa he de decir que iba bastante elegante. Fue recibida por la corte de mayordomos y por mi padre en persona. Después de los saludos trascendentales, nos sentamos a la mesa y padre arregló todo para colocarnos juntos.

A estas alturas pensarás que esto no tiene relevancia para la historia, pero te equivocas. Es justo ese día cuando comenzó mi verdadera historia:

-¿Qué tal el alojamiento? -.

Valirían se limpió con cuidado y guardando los modales y respondió sin mirar:

-Es una casa a la altura de una familia poderosa -.

No trasmitía nada que me hiciera pensar que quería mantener una conversación, pero me vi forzado a emplear algunos trucos:

-Disculpe, me temo que tendré que llamar al renovador. Sus joyas pierden brillo en comparación con usted, señorita -.

La frase sonó más estúpida en mi boca de lo que estaba planeado. Pese a todo, Valirían se rió entre dientes:

-No me esperaba esa. Diré que como poco me has llamado la atención -.

Le dediqué la mejor de mis sonrisas:

-Si pudiera llamar tu atención mas veces para que me miraran esos ojos, haría lo que fuera -.

-¿Lo que fuera? -.

Valirían me recorrió con la mirada y sonrió al tiempo que decía:

-Seguro que ya se me ocurrirá algo -.


Siendo sinceros, aunque mi boca y mis modales hablaban por una parte, mi mente y mi orgullo gritaban en mi interior queriendo escapar. Tenía como obligación casarme con aquella chica, ser su esposo, pasar mi vida junto a ella, compartir la cama... Iba a esposarme a un muro del que nunca más podría desatarme. Debí de llamar la atención de Valirían, puesto que el resto de la velada la pasó poniendo miradas provocativas y mordiéndose el labio inferior de ver en cuando al mirarme. No soy estúpido, sabía por donde iban los tiros. Noté un tirón en mi manga. Valirían me estaba haciendo señas:

-Oye, ¿por qué no nos escapamos de esta velada aburrida? -.

Miré a mi padre:

-Si nos vamos lo van a tomar como falta de educación -.

-¿Y a quién le importa?, ya tienen lo que querían -.

Valirían me cogió por la manga y me hizo levantarme junto con ella:

-Will ha insistido en mostrarme la casa, espero que no sea demasiado arrogante por nuestra parte -.

Padre, desde la otra punta de la mesa, le quitó importancia con un gesto:

El mito del CaminanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora