7. La mujer de las olas

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He vuelto a releer todo lo que llevo escrito, y si, puede que suene  un poco irreal pero... Esta es mi historia escrita punto a punto. Si os sirve de consuelo yo estaba tan nervioso como vosotros, y en mi cabeza bullían un sin fin de preguntas. 

Y allí estábamos, en una casa en el tronco de un árbol milenario, tomando te de hierbas, mientras una mujer trenzaba una pulsera con hebras de... Más hierba. El hombre estaba sentado en la silla con la mirada calmada y paciente. Yo en cambio me retorcía dentro de mi mismo:

-Adelante, puedes preguntar todo lo que quieras. Pero pregúntalo de la forma correcta -.

Mi primera pregunta era clara:

-¿Eres el caminante? -.

El hombre no respondió. Traté de enfocar mi pregunta de otro modo:

-¿Eres al que las historias llaman "El caminante"? -.

El hombre asintió con la cabeza:

-Me han llamado de muchas formas; Forastero, Ladrón de almas, El habitante de la noche... Y si, hay lugares en donde se me conoce como "El caminante"... -.

-...¡Loren, tienes tu pulsera lista! -.

La chica se acercó corriendo al hombre y le puso la pulsera en la mano. El hombre le besó la frente y la chica sonrió:

-... Ah, pero mi verdadero nombre no es ninguno de esos. Mi nombre es Loren. Y esta de aquí es la reina del bosque. Ten cuidado con ella, parece joven pero es muy fiera -.

Intenté asimilar toda la información:

-¿Cómo has conseguido todo esto? -.

Loren no respondió. Sabía que no conseguiría nada por ese camino:

-¿A qué te dedicas? -.

-A observar. Me limito a caminar y a observar -.

Volví a asentir:

-¿Eres humano? -.

-¿Eres tú un ser vivo? -.

Me encogí de hombros y me lo tomé como un si:

-¿Por qué las noches de solsticio? -.

-Me gusta pasear por las noches, pero no tengo mucho tiempo. Las  noches de solsticio son las más cortas del año. Nada mas -.

-Una última pregunta... -.

Era una pregunta que llevaba guardándome dentro durante muchos años:

-¿Por qué me salvaste hace diez años? -.

Loren se puso en pie:

-Hace diez años te salvé de unos borrachos en la calle. Tu estado era lamentable, y te llevé a mi posada personal, esa que te enseñé antes. Esperé a que te recuperaras y te hice la misma pregunta que te he hecho ahora mismo: ¿Quieres venirte conmigo?. Pero eras joven y tímido, y rechazaste la oferta. Por eso no recuerdas nada. Enhorabuena, eres el primero que me ve dos veces -.


Necesitaba asimilar toda esa información.La luna hacía tiempo que había salido, e iluminaba el bosque con una luz blanquecina extraña. Estaba en un balcón salido del tronco de un enorme árbol milenario sintiendo el frescor de la brisa natural y contemplando el lago que rodeaba el pequeño islote en el que nos encontrábamos. Algo rompió la superficie calmada del agua. Una silueta que se movía... No, mas bien era como si el propio lago creara olas en la superficie. Las olas se movían en extrañas trayectorias. juntándose en algunos puntos, alejándose en otros. Finalmente las olas convergieron en un único punto, donde se formó un pequeño remolino. Del centro del remolino ascendió una mujer de cabellos plateados y tez muy blanca. Más aún a la luz de la luna. Había escuchado la historia de la mujer de las olas, pero no creía que fuera cierta. 

El ambiente se llenó de magia y la mujer avanzó hasta posarse en la orilla. La mujer de las olas, si. La legendaria historia en la que el caminante se encontraba con una mujer hecha de olas, cuya voz podía arrebatarte el alma y hacer que vivieras en su canto para siempre. Evidentemente las historias son historias, pero eso era distinto. Algo empezó a sonar. Una vibración del aire, un leve susurro en los pasos del viento. Se metió en mi cabeza y me llevó a lugares increíbles. La mujer de las olas cantó. Mi cuerpo, dormido, quiso atrapar esa voz. Puse las manos sobre la barandilla de madera y pasé un pie por encima cuando algo me tapó los oídos:

-Creo que alguien ha estado escuchando cosas que no debería -.

Volví en mi mismo y vi lo que había estado a punto de hacer. Aún con los oídos tapados le di las gracias al caminante. Me llevó dentro y cerró la puerta. Me miró con expresión tranquila:

-No te sientas mal, no eres el primero que se enamora de su voz -.

Aún con las manos temblorosas pregunté:

-¿Por qué a ti no te afecta? -.

-¿Por qué a ti si? -.

¿Por qué?. Las historias cuentan que la mujer de las olas canta para enamorar a sus oyentes. SI trataba de enamorarme... :

-Ella está enamorada de ti -.

El caminante sonrió:

-Aprendes rápido -.

Bajaron por una escalera de caracol que fluía por el interior del tronco milenario hasta llegar al recibidor. La dueña del bosque tejía hábil con las manos otra pulsera de hierbas trenzadas. Al ver bajar a ambos, se levantó corriendo y le posó la pulsera en la mano:

-Esto es para ti -.

Cogí la pulsera indeciso y miré al caminante. Este sonrió:

-Enhorabuena, ahora eres un habitante más del bosque -.

El mito del CaminanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora