19. La fiesta

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La fiesta


Cuando Harry abrió su tienda al día siguiente, vio a Ron laborando del otro lado del escaparate. Pensó en ir a platicar con él y enterarse sobre si había solucionado sus problemas con Hermione, pero la llegada de Severus le hizo olvidarse completamente de sus propósitos.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó sin poder disimular su alegría—. ¿No tienes que impartir clase a esta hora?

— Un inútil hizo explotar una poción nada más con agregar el primer ingrediente. Ahora los tengo a todos limpiando el estropicio.

— ¿Y no deberías supervisarlos?

— Si quieres me voy. —sugirió señalando el camino hacia la chimenea por donde había llegado.

— ¡No! —negó demasiado efusivo.

Harry se dio cuenta demasiado tarde que no pudo ocultar ni un poco su entusiasmo por tener a Severus cerca. Lo que no notó, por haber desviado la mirada para disimular su vergüenza, es que el profesor sonreía feliz.

— Solo vine por un momento. —dijo Severus caminando hacia Harry, complacido por la evidente emoción de su exalumno—. Te traje un regalo.

— ¿Un regalo? Pero no es mi cumpleaños.

— Es un aniversario más que desperté de mi muerte, gracias a ti volví a nacer.

— Yo no hice nada. —refutó con modestia—. Fueron los medimagos, y que eres inquebrantable, Sev.

— Fue tu voz.

Harry entrecerró los ojos sin comprender, aceptó el paquete envuelto con un listón rojo que Severus le ofreció, pero apenas podía poner atención en el obsequio, sus ojos verdes estaban fijos en los negros. Sintió sus rodillas temblar, Snape se había acercado demasiado, y en un movimiento inesperado, lo besó suavemente en la mejilla.

— N-no entiendo. —farfulló Harry llevando su mano hacia la piel de su rostro, caliente por el sonrojo, y que aún percibía el roce de los labios de Snape.

— No tenía un motivo para despertar, o eso creí yo. —confesó Severus aún tan cerca que Harry se sentía embelesado con su aliento a dentífrico—. Pero te escuché llamarme. En mi inconsciencia, pensé que estabas en peligro y me necesitabas, eso me hizo luchar por llegar a ti.

— ¿Tu instinto de protegerme?

— Fue mi primer pensamiento al despertar, pero en realidad me sentí feliz al saber que estabas vivo, que ya no había peligro para ti, y que ya no me necesitarías.

— Siempre te necesitaré, ¡siempre!

— Me lo demostraste cuidando de mí, a pesar de mi mal carácter. No fue fácil hacerme a la idea de que ya no tenía ninguna justificación para seguir siendo un bastardo contigo. Empecé a disfrutar tu presencia, fuiste el único que no se rindió conmigo, y te lo agradeceré hasta mi último aliento, Harry.

Harry sentía un enorme deseo de abrazar a Snape, pero no estaba seguro de hacerlo sin demostrarle que no lo hacía por amistad sino porque lo amaba con toda el alma. Para su sorpresa, fue Snape quien lo rodeó por la cintura para estrecharlo contra su cuerpo, con tanta firmeza que tuvo que ponerse de puntillas para poder corresponder rodeándole por el cuello. Cerró los ojos disfrutando del contacto, soñando poder quedarse así hasta el final de los tiempos.

"Te amo" Le dijo en su mente. "¡Te amo tanto, Sev!"

Suspiró feliz porque Snape no lo soltaba, porque parecía tan cómodo en sus brazos como él en los suyos. Tal vez sí podían quedarse abrazados eternamente. La sensación de feliz ligereza le hacía sentirse flotando en el aire, no podía percibir el piso bajo sus pies, ni nada a su alrededor, solo eran él y Severus envolviéndose, fundiéndose en una sola persona.

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