9. Maduros... hasta que cometemos nuestro error determinante.

128 9 10
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Irina

Estoy perdida, no sé ni quién soy, ni dónde me encuentro.

De lo único que pueden ser conscientes mis cinco sentidos en este momento es de los brazos firmes que cubren mis pechos, jugando con ellos de forma ruda y sensual, haciéndome sentir como la protagonista de un juego más que excitante.

Sin pensarlo, inclino mi cabeza hacia el lado cuando percibo que su lengua comienza a recorrer mi cuello, como si intentara describir un dibujo el cuál no sé cómo interpretar.

Siento como mi piel se congela al no sentir más su tacto, pero de forma inmediata vuelvo a arder en llamas al ser consciente de que su mejilla roza la comisura de mi labio mientras su mano desciende por mi cuerpo, hasta buscar el vértice entre mis piernas.

Comienzo a jadear al ritmo de sus lentas pero tortuosas caricias, no puedo abrir los ojos, es como si hubiese quedado cegada por la morbosa situación.

—Abre los ojos, tienes que verme —me susurra su voz ronca y no dudo en cumplir la orden.

Pero, al abrirlos, suelto un chillido cuando noto como me penetra con dos dedos, sosteniendo mi barbilla con fuerza y tan solo permitiéndome ver sus ojos azules.

¿Cuánto dolor debe de ocultarse tras esa mirada oceánica?

—No te adentres tanto en el abismo, o finalmente acabarás ahogada, ahogada conmigo —sus dedos no paran de hacerme gemir como si no estuviese capacitada para hacer otra cosa—. Aunque será un placer corromperte poco a poco, hasta que seas totalmente dependiente de mí.

Un frío asolador me envuelve cuando noto que ya no está. Ahora lo único que me rodea es una marea que trata de llevarme hasta el fondo. Trato de nadar, de verdad que lo intento con todas mis fuerzas, pero no lo logro.

Unas manos finas con las uñas rojas como la sangre me sostienen los hombros con fuerza. Tampoco puedo ver quién es, por lo que empiezo ahogarme, siendo presa de la falta de aire.

—Te lo advertí antes, por eso huiste, y te lo advierto ahora —dice con voz amenazante—. Frena esto antes de que convierta tu vida y la de tus seres queridos en un puto infierno.

Pego un salto en la cama e intento recuperar el aire para volver a llenar mis pulmones.

¿Qué tipo de sueño ha sido ese? Nunca jamás había soñado algo igual.

Descubro mi cuerpo de la pequeña sábana que lo cubría, hasta esa fina tela me parece ahora mismo demasiado con lo acalorada que me encuentro

Me dirijo hacia el baño de inmediato para poder refrescarme la cara o algo así, pero en cuanto pongo un pie en el suelo me doy cuenta de lo desorientada que me encuentro, por lo que tardo un poco en llegar a mi destino.

POR TI © (NUEVA VERSIÓN EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora