⸙ Capítulo 37 ⸙ - Promesas

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Entonces el territorio se expandirá cinco hectáreas más— reiteró Oliver, con un deje de extrañeza en su tono —¿Por qué? Eso sólo nos causará conflictos con la manada vecina...

—Anwar ya no es problema— intervino Enid.

Oliver parpadeó repetidas veces, alucinado.

—No es necesario.

—Así se acordó.

El hombre rió. Una risa a secas y burlesca. Enid lo miró impasible, sin ningún ápice de gracia, lo cual terminó callando a Oliver.

—¿Y con quién se acordó, sí se puede saber?— preguntó irónico.

—Fue idea de Wednesday.

Había dicho su nombre en un suspiro, como toda una adolescente enamorada. Era poético ver como los ojos azules se iluminaban cuando la imagen de su Luna se aclaraba en su mente, y sus mejillas tomaban ese color carmesí. Por Dios, sólo llevaban un par de horas separadas, pero era imposible no pensar en ella. Llevaba una sonrisita boba plasmada en el rostro, la cual se borró al oír nuevamente la grave y acida voz de Oliver a su lado.

—Pues a mí no me parece.

La mandíbula de Enid se tensó al escucharlo. Esto era inaudito, ¿cómo se atrevía? Y ésta vez sus mejilla estaban rojas, o más bien, todo su rostro, pero del enojo.

—Yo no te pregunté tu estúpida opinión— escupió con amargura.

Oliver de inmediato se retractó, dando un traspié intimidado y pálido.

—No, no, no, no. Disculpe, Alpha. No fue mi intención faltarle el respet...

—Lo has hecho— objetó molesta, con ambos ojos acuchillándolo con la mirada —Mejor cierra la boca sobre temas que no te conciernen. Tú labor es sencillo. Escuchar, y obedecer.

—Disculpe mi atrevimiento, no volverá a suceder— repitió entre balbuceos, casi atragantándose con su propia saliva.

Enid no continuó más, a pesar de que la sangre le hervía en las venas de si quiera pensar en ello, pero no se permitió volver a tocar el tema. Eso quizás los llevaría a estrangularlo, y no había necesidad de hacerlo. No por ahora. Y sinceramente, por más que cualquiera le dijese que hacía una mala inversión o un desperdicio en esas tierras, no cambiaría su opinión. Wednesday le había sugerido cosechar verduras, pues es lo que más escasea, incluido el ganado. Y ella ciertamente estaba de acuerdo. Principalmente porque ahora tenían más miembros en la manada, más bocas que alimentar, y necesitaban de más recursos, más puestos de trabajo. Y para su sorpresa, Wednesday se comprometió a hacerse cargo de dirigir aquello.

Era un gran paso: el incremento de su manada y la expansión del territorio. Pero claro, con ello venía el poder. Los enemigos. Los Alphas sedientos de avaricia. Y de pronto, incluso tu propio hogar dejaba de ser un lugar seguro.

No sabía que era peor, ver como Yoko se alejaba junto al tipo que se hacía llamar Marcus, o ver lo miserable que se volvía Pugsley conforme pasaban los días, y recibía nada más que una mirada de lástima por Yoko, o un insulto por su Alpha.

Patético. Así se sentía. ¿Cómo pudo ser tan idiota? Sabía que esto pasaría, pero no tenía una idea de que tan pronto. Estúpido por pensar que tenía una oportunidad con ella, tal vez, sólo por un segundo, imaginó que Yoko no lo pensaría en elegirlo a él. Estaba dispuesto a todo, si eso implicaba a enfrentar a su territorial Mate, lo haría. Sin siquiera pensarlo. Pero no valía la pena hacerlo sí ella no lo quería así.

⸙ LUNA ⸙  WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora