Capítulo X

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Mientras la feroz pelea continuaba entre humanos y bestias, Alejandra corría desesperadamente en medio de la carne, sangre y habilidades sobrenaturales que destellaban fugazmente en medio de la oscuridad. 

En innumerables ocasiones, su vida estuvo en peligro al verse involucrada entre las bestias que no consideraban aliados a los humanos y los humanos que no les importaba lastimar a otros seres humanos que consideraban inferiores. 

Sin embargo, aunque su cuerpo temblaba como un colador y las lágrimas nublaban su vista al recordar los horrores que vivió días atrás en este mismo lugar, sus piernas nunca cedieron hasta alcanzar el campamento.

No le importaba morir en el proceso porque no quería vivir, sin embargo, debía hacer algo por los demás.

Debía quemar todo este maldito lugar para darles la oportunidad de escapar. 

Otorgarles aunque sea, unos segundos de libertad.

— ...!.— cuando finalmente alcanzo la caravana de traficantes, vislumbro el caos en la procesión de esclavos.

Niños de menos de cinco años llorando histéricamente al ver a sus padres siendo despedazados frente a sus ojos por bestias sedientas de sangre, gente que se había resignado a morir porque sus tobillos seguían atados al peso de un cuerpo muerto...

Y por sobre todo, estaban los ojos de quienes la vieron llegar. Ojos muertos sin vida que poseían un profundo resentimiento al notarla totalmente libre de ataduras.

¿Por qué no estaba encadenada?

¿Por qué no huía?

¿Era uno de ellos? ¿Venia a matarlos?

Sentimientos de miedo, angustia e injusticia fueron dirigidos hacia su persona como una cuchilla.

Aunque sabia que la mayoría de esos sentimientos negativos no los había provocado ella, Alejandra no pudo evitar que su cuerpo se congelara rígidamente.

Nunca en su vida había sido observada con tanto odio y resentimiento y aunque entendía que ella no los había puesto en este lugar y nunca los lastimo, la sensación de ser un terrible ser humano se apodero de su conciencia.

Sin embargo, este sentimiento terrible de culpa no duro mucho cuando el grito desgarrador de alguien la saco de su aturdimiento.  

Se obligo a ponerse firme y luego paso decisivamente sobre los cadáveres despedazados. 

Su rostro aunque manchado de lagrimas, estaba decidido más que nunca a no dar marcha atrás.

Definitivamente iba a quemar hasta la muerte las raciones de esos malditos traficantes.

No tuvo grandes obstáculos después de atravesar la procesión de esclavos y pronto llego al lugar donde dormían los traficantes. 

Grandes tiendas de campaña se encontraban dispuestas alrededor de las caravanas en las que transportaban sus alimentos y antes de llegar a estas, una barrera invisible parecida al del carruaje de bestias se alzaba protegiendo implacablemente el lugar. 

Alejandra se acerco cuidadosamente vigilando los alrededores, y cuando noto que realmente no había nadie cerca, se adentro hasta el borde de la barrera y observo atentamente el interior.  

El lugar se encontraba desolado, las tiendas de campaña se encontraban abiertas de par en par debido a que los traficantes  partieron apresurados e incluso la fogata en la cual cocinaban sus alimentos, continuaba encendida.

Parecía que tenían la suficiente confianza en que nadie podría derribar la barrera desarrollada por un cultivador y atacarlos por detrás, sin embargo, no contaban con una variante llamada Alejandra que no era para nada normal. 

Latinoamericana En Un Mundo De CultivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora