Capítulo XI

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Las columnas de humo se alzaban impetuosamente sobre el cielo, cubriendo un gran área del espeso bosque sangriento. 

El fuego que lo generaba era tan abrumador que aunque Alejandra se encontraba a una distancia considerable, podía sentirlo claramente sobre su piel.

Rápidamente comenzó a sentirse acalorada y grandes gotas de sudor bajaban continuamente por sus ojos para ser limpiadas poco después por sus palmas extremadamente dañadas por el fuego. 

— No te preocupes, ellos no volverán.—aseguro con determinación a un niño pequeño el cual estaba liberando de sus ataduras.— Debes correr y no mirar atrás con los demás.

Desde que encontró las llaves con el niño de cabellos grises, no perdió el tiempo y libero a una gran parte de los esclavos que aun seguían respirando.

Muchos de ellos agradecieron al borde de las lagrimas y otros simplemente le escupieron en la cara antes de correr sin decir ninguna palabra.

Pero no importaba la reacción que tuvieran, ya que Alejandra estaba cumpliendo lo que se había propuesto y eso era lo único que le importaba en este momento. 

—... Ese es el ultimo.—la ronca voz del niño de cabello gris que no se había separado de ella se escucho a su costado.— Vámonos.  

Alejandra apretó la llave de metal en sus manos repletas de ampollas y asintió con una expresión de dolor. Miro de reojo al niño que agarraba su brazo con suavidad y estrecho sus brazos entrelazados antes de comenzar a correr despavoridos.

El campo de batalla entre traficantes y bestias aun continuaba pero el lado ganador era obvio.

Las bestias, aunque pocas, habían destruido con facilidad a los humanos débiles y mortales que no poseían ningún tipo de cultivación.

Actualmente, el único humano que quedaba en pie era un viejo hombre que peleaba a muerte con una gran pantera negra.

La pelea entre ellos era feroz, al punto en que las demás criaturas lobunas ni siquiera intentaban acercarse al lugar en donde ambos se encontraban enfrentados.

Alejandra aparto la mirada cuando notó como una garra afilada se hundía en el pecho del cultivador y penetraba directamente su corazón.

Instintivamente lo sabia, la batalla sangrienta había acabado. 

Y eso no representaba buenas noticias para niños débiles como ellos. Aunque la pantera gigante la había cuidado con diligencia dentro de aquel carruaje, no podía asegurar que seguiría siendo lo mismo en el exterior. 

Podía sentir la sed de sangre en los ojos de aquel animal en la distancia y los aullidos emocionados de los lobos a su alrededor asentaron su aura salvaje y desenfrenada... 

Tal vez aquel gran animal ni siquiera la reconocería y terminaría asesinándola brutalmente como a aquel viejo hombre... 

Con miedo, apretó el agarre sobre la mano del niño y lo insto a correr con mas fuerza. Ambos estaban débiles por la desnutrición y aunque estaban gravemente heridos, de alguna manera lograron adentrarse en la oscuridad del bosque circundante.

Se detuvieron cuando Alejandra no pudo mas y se arrodillo jadeante sobre el húmedo musgo verdoso que cubría el suelo como un tapiz.

— ... ¿Cómo te llamas?.— pregunto en medio de un jadeo doloroso.

Llevaban corriendo aproximadamente media hora y ambos estaban totalmente agotados. 

— Xiao Ming.— contesto entrecortadamente el niño de cabellos grises que se había desplomado junto a su lado.

— Xiao Ming, ¿Sabes donde estamos?.— pregunto incorporándose con dificultad.— Necesitamos encontrar ayuda... la policía, los bomberos, cualquier cosa servirá.  

El niño negó con la cabeza con confusión.

Sus ojos morados la observaron de manera extraña y Alejandra no le presto atención. Sus vistas se encontraban recorriendo frenéticamente los alrededores.

No sabia si había sido su imaginación o algo mas, pero podía jurar que escucho un crujido extrañamente cerca de donde se encontraban.

Mientras corrían, se habían asegurado de no seguir la misma dirección que los demás esclavos así que prácticamente se encontraban solos. 

La luz de la luna llena sobre sus cabezas iluminaba bastante bien el oscuro entorno pero no era suficiente. 

Los arbustos y los arboles podían esconder bastante bien a cosas que podrían hacerles daño...

Mordiéndose los labios, Alejandra tomo rápidamente la mano de Xiao Ming y le susurro al oído. 

— ¿Escuchaste eso?.—pregunto en un tono ansioso.— Creo que hay alguien por ahí.

Señalo con el dedo tembloroso hacia al frente.

Xiao Ming agarro con fuerza la mano que lo sostenía y no emitió ninguna palabra.

El crujido se había hecho mas fuerte y ahora era posible notarlo con claridad. Tensos, esperaron que lo que sea que estuviera oculto se mostrara.

Pronto, una pequeña figura salió disparada del arbusto y un conejo silvestre los observo con sus grandes ojos negros antes de saltar por donde vino y desaparecer.

Ambos suspiraron agotados y se miraron encontrando el mismo alivio en los ojos del otro.

— Debemos avanzar, este lugar no es seguro.—menciono Alejandra mientras se levantaba rompiendo el contacto visual.—... Ese conejo me acaba de dar un susto de muerte.

Xiao Ming asintió débilmente y soltó quejidos de dolor cuando intento levantarse del suelo.

Alejandra lo noto y lo ayudo posando su delgado brazo sobre su hombro, ayudándolo a compartir la mitad de su peso.

El bosque oscuro alumbrado brevemente por la luz de la luna mostraba la sombra dos niños malheridos que cojeaban lastimosamente mientras se abrazaban parcialmente.

Esa vista fue captada por los ojos dorados de una bestia que los observaba fijamente desde la copa de los árboles. 

— Y tu... ¿Cómo te llamas?.—la voz quebradiza de Xiao Ming le pregunto en voz baja.

Alejandra estuvo a punto de pronunciar su nombre inconscientemente pero se detuvo antes de pronunciar la primera silaba.

Aunque se había vuelto loca por negar la situación en la que se encontraba, la verdad era que en lo mas fondo de su corazón estaba consiente de que su mas loca idea era en efecto, la realidad.

Su cuerpo era demasiado pequeño, blanco y frágil, lo que era totalmente diferente a la imagen que tenia sobre si misma en su cabeza. 

Incluso el corto cabello ondulado de color negro que recordaba había cambiado por un largo cabello lacio de color chocolate que no le pertenecía.

Solo había una persona que recordaba con las características que ahora ella poseía, una pequeña niña que conoció en las puerta del infierno de un mundo totalmente diferente.

El terrible silencio que emano de Alejandra incomodo a Xiao Ming, quien la miro con sus apagados ojos morados.

— Perdón.—susurro agachando su cabeza hacia su pecho.—... No quise ser grosero.

La voz desanimada del niño en su costado saco del aturdimiento en el que se encontraba Alejandra y la hizo sentir muy culpable.

— No tienes porque disculparte, no hiciste nada malo.— respondió intentando animarlo.— Yo solo... no se quien soy ahora.

 














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⏰ Última actualización: Jul 27 ⏰

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