CAPITULO II

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Observe a los demás pasajeros cambiar sus expresiones de indiferencia a temor y a mover sus bocas con  nerviosismo pero, como sacado de una película de ficción, no había ningún  sonido.

Todo estaba en silencio.

El señor comenzó a sacar el objeto no identificado de la bolsa; era una navaja que se veía extremadamente afilada.

La balanceo en su mano izquierda con habilidad mientras su boca se movía de arriba hacia abajo con ferocidad hacia los pasajeros; su otra mano mostraba expectante la bolsa, en lo que creo yo, era para depositar los bienes robados.

Paso por mi asiento y me habló, yo estaba totalmente aturdida. No entendía lo que decía.

El tipo me miro mal por unos segundos antes fijar su vista en mi mochila; chasqueo los labios con desdén cuando se dio cuenta de que era un estudiante pobre sin nada valioso encima.

Sin volver a echarme una mirada, pasó de largo al siguiente asiento detrás de mi.

Dirigí mi mirada en pánico hacia el chófer que no se había percatado de los importantes acontecimientos.

O tal vez lo había hecho, pero no le importaba una mierda y era un posible cómplice del asaltante.

Cualquier cosa podría esperarse estando en Latinoamérica.

Desvié mi aturdida mirada hacia la ventana, notando que la parada cercana a mi casa se estaba acercando.

Estaba estupefacta y asustada, no por el ladrón, si no por qué mi mundo era totalmente silencioso.

Estar asustado nubla tu juicio, así que sin dudarlo me levante tambaleante hacia la salida del autobús y le grité al chófer con un grito atronador:

— ¡Pare!

El bus frenó y yo que no me había agarrado bien de la barandilla casi me caigo encima de un pasajero, me estabilice como pude y apenas vi que el autobús se estabilizó, me baje corriendo sin importarme lo mal que me quedo viendo aquella persona desafortunada que tuvo que aguantar la mayoría de mi peso.

En el momento en que llegue a la parada solté el aire contenido que sin saberlo estaba reteniendo en mis pulmones, camine tambaleante por el camino desolado que había recorrido innumerables veces desde que era joven.

Supongo que el miedo me lleno el cuerpo de adrenalina, por lo que no sentía el dolor que anteriormente me atormentaba hasta que llegue a una conocida intersección de la carretera.

En ese momento en particular, sentí el horrible martillar de mi cabeza al caminar.

El dolor fue insoportable, cada paso que daba eran mil agujas para mi cerebro, como si alguien abriera mi cabeza y jugara con todo el contenido de su  interior.

Me sentía tan débil y cansada que solo me apetecía acostarme en la acera y quedarme a dormir, pero seguí adelante sin ceder a mis impulsos.

El dolor se fue intensificando, los gemidos dolorosos se escapaban ruidosamente de mi boca, atrayendo las miradas asustadas de los transeúntes que pasaban a mi alrededor, pero no me importo y nunca deje de caminar. 

Cuando por fin llegue a mi casa, sentí que había atravesado el mismísimo infierno.

Toque la puerta con golpes pesados, sentía mis brazos desfallecer con cada golpe que daba.

Reuniendo toda mi fuerza en mi garganta, hable en voz alta:

—Mamá... ¿Mami? ...

Nada.

Me desespere y sollozando espete:

— Mami ¿estas ahí?... ábreme por favor

Todo era silencio.

Y fue en ese momento en el que recordé que no podía escuchar nada desde el autobús y que mi madre se encontraba en el trabajo y tardaría en regresar.

Seque mis lagrimas con el cuello de mi camiseta y con las cejas unidas por el dolor, metí las manos en la maceta cercana a la puerta, logrando encontrar con éxito las llaves de repuesto.

Pronto, pude entrar a mi casa, sin pensarlo, tire mi mochila al suelo y me dirigí a la sala de estar en donde un amplio espejo colgaba; me mire de reojo.

La chica en el espejo tenía la cara pálida, sus ojos hundidos y los labios agrietados.

Pero todo eso, no se destacaba tanto  como las espantosas venas purpureas abultadas que se cruzaban por todo su rostro.

¿Qué demonios?... Me veo más horrible de lo que usualmente soy.

Toque mi frente con conmoción, y  descubrí que estaba hirviendo.

Aún con la cabeza nublada, supe que definitivamente no estaba bien, algo anormal me estaba sucediendo.

Sin saber que hacer, me dirigí con pasos pesados hacia el comedor en donde mi madre guardaba un botiquín improvisado.

Fue muy difícil enfocar mi vista que se estaba poniendo cada vez más borrosa. 

Instintivamente agarre el teléfono que yacía con poca batería encima de la mesa del comedor; era un Jota 7 prime con la pantalla rota que me habían regalado por mi cumpleaños hacía mucho, muchísimo tiempo.

Sintiéndome fatal, marque desorientada el contacto de mi madre.

Mami

*clic*

..Tut tut tut, el saldo es insuficiente por favor par–

*colgar*

Me olvidé el hecho de que no puedo escuchar nada, así que decidí mandar un mensaje por cobrar mientras tomaba lo que suponía yo, era un paracetamol.

Mami
0912345678
---------------------SMS/MMS---------------------
       Viernes, 13 Noviembre 2040

☆|Descongela el pollo que está en la nevera| 8:30 am

                            9:00 am |Okey má |◇

                            --------

                           1:55 pm  |Mami me siento horrible, me duele mucho la cabeza y no puedo escuchar nada |◇
  

                         1:56pm | No he ido al hospital del pueblo por que esta cerrado debido a los casos de sanidad. Me tome una paracetamol, pero me sigo sintiendo mal, ¿Qué hago? |               ◇      

Envié el mensaje y mi vista comenzó a fallar nuevamente, confiando en el paracetamol que todo lo cura, ingrese a mi desordenada habitación mientras me tumbaba en la cama sin fuerzas.

Antes de cerrar totalmente mis ojos, noté que algo cálido que se deslizaba continuamente a través de mis oídos.

Toque el extraño líquido con la punta de mis dedos y lo llevé hasta mi vista nebulosa, notando que era de un extraño color negro.

¿Qué mierda es esto?

Mis parpados cedieron al segundo siguiente y todo se oscureció.

Latinoamericana En Un Mundo De CultivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora