26

154 27 3
                                    

— Quiero otro besito —pidió Lisa, una vez más.

— ¿Otro? —Rosé sonrió estando cerca de sus labios.

— Muchos.

Era medianoche en una noche oscura y tormentosa. El viento soplaba fuertemente mientras las nubes grises cubrían el cielo estrellado. Lo mejor que podían hacer era estar acurrucadas juntas.

— Tengo hambre —dijo Rosé dejándose caer sobre el pecho contrario.

— Lo raro es que no —bromeó.

Rosé aprovechó que su boca estaba cerca al cuello de Lisa y la mordió suave, el quejido de esta última se escuchó inmediatamente.

— Eres mala.

— ¿Yo? —Lisa se ofendió falsamente— Tú me mordiste.

Las manos de Rosé recogieron los mechones de cabello que estaban regados por el rostro de su novia, sus ojos recorriendo cada lugar con lentitud para finalmente dejarle un profundo beso en esos labios finos.

— Esa es mi disculpa —dijo, tomando la mano de Lisa para levantarla—. Ahora, vamos a comer.

Al llegar a la cocina Lisa comenzó a hacer sándwiches, era lo único que podía cocinar en ese momento. Mientras, Rosé la observaba atentamente desde el comedor.

El clima fuera era abrumador, la lluvia cada vez se intensificaba más pudiendo ver a través de las ventanas la luz de los relámpagos y escuchar los fuertes truenos.

A Lisa no le importaban mucho, en cambio a Rosé le daban algo de pánico, pero estaba intentando ignorarlos lo más posible y le había funcionado bien hasta ese momento.

Rosé se había quedado viendo el piso por varios minutos y Lisa se había quedado viéndola a ella.

Hasta que un olor algo peculiar las sacó del trance en el que estaban. Lisa miró los sandwiches y efectivamente, estaban quemados.

— Ay, amor —hizo un puchero la rubia— nos quedamos sin comida.

Lisa los puso en un plato y se veían negros, rápidamente se dio cuenta de que no podía salvar ni un poquito.

— No se ven tan mal.

Rosé comenzó a reír y burlarse de la comida de su novia.

— No los tires aún —Lisa estaba a punto de echarlos en la basura—. Voy por mi celular, tengo que tomarle foto a esto.

Sin decir más salió corriendo a la habitación dejando a Lisa sin palabras y solo riendo para comenzar a hacer otros, esperando que esta vez no se quemen.

Un estruendoso trueno resonó por todo el apartamento y con ello la luz se fue. El grito de Rosé le siguió después.

— ¿Rosie? ¿Estás bien? —Lisa habló lo suficientemente fuerte para ser escuchada.

— Sí, ven a buscarme —respondió, su voz con algo de pánico—. Tengo miedo.

— Estoy yendo.

Lisa encendió una vela y fue en dirección a la habitación tropezando con algunas cosas en el camino pues la vela no iluminaba lo suficiente.

Al llegar vio a Rosé sentada justo al medio de la cama con los ojos cerrados, le habló y dio un salto del susto.

— ¡Lisa! —habló con una mano en el pecho— Me asustaste.

La nombrada se le acercó y la agarró entre sus brazos.

— Tranquila —susurró—. Respira profundamente, amor. Enfócate en mi voz y en mi abrazo, nada malo puede pasarnos mientras estemos juntas.

Rosé cerró los ojos y siguió sus palabras. Inhaló profundamente, dejando que el aroma del perfume de Lisa llenara sus sentidos. Se aferró a ella con fuerza, encontrando consuelo en su presencia.

Salieron de la habitación cuando la situación estuvo más calmada. El hambre aún seguía intacta así que estaban dispuestas a seguir con su tarea aunque sea a oscuras.

Esta vez no hubo distracciones y los sandwiches no se quemaron así que  pudieron sacear el hambre sentadas en el sofá.

De repente, otro fuerte trueno resonó en el cielo. El estruendo fue tan intenso que Rosé se sobresaltó, y su rostro se llenó de miedo. Sus ojos se abrieron de par en par mientras se aferraba al cojín entre sus piernas lo más fuerte posible, sintiéndose cada vez más angustiada.

Lisa, que estaba sentada frente a ella, notó de inmediato su reacción y se levantó rápidamente de su lugar. Se acercó a ella con un gesto preocupado y la rodeó con sus brazos, una vez más, brindandole seguridad.

— No pasa nada —susurró Lisa con voz suave y reconfortante— Solo fue un trueno. Estás segura aquí conmigo.

Rosé se aferró a ella con fuerza, buscando seguridad en su abrazo. Sus latidos del corazón se iban calmando poco a poco mientras sentía el cálido aliento de su novia en su cuello.

Lisa continuó hablando suavemente, distrayéndola del ruido exterior y centrándola en su voz tranquila.

— Mira a través de la ventana, amor— dijo Lisa señalando hacia afuera— ¿Ves cómo los árboles siguen en pie?

— Los veo —se atrevió a hablar.

Rosé siguió su indicación y miró hacia el exterior. Observó cómo las ramas de los árboles se movían con la brisa, pero permanecían firmemente arraigadas en el suelo. Poco a poco, el temor que la había invadido comenzó a desvanecerse.

— No pueden hacerte daño. Estás segura conmigo aquí dentro.

— Te amo —murmuró bajo, pero audible— Siempre sabes cómo calmarme y hacerme sentir segura.

Lisa sonrió y le acarició suavemente el cabello, viéndola fijamente para dejarle un beso.

Se quedaron abrazadas, disfrutando de la calma que había regresado al ambiente. A medida que el sonido de la tormenta disminuía gradualmente, Rosé sintió su confianza y serenidad volviendo a ella, gracias a la presencia de Lisa.

Esa noche, se acurrucaron juntas en el sofá, continuando su cena y compartiendo risas y conversaciones. Sabiendo que tenían el apoyo incondicional de la otra para enfrentar cualquier temor o tormenta que pudiera venir en su camino.

Baby Blue LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora