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NUEVA YORK, 𝟐𝟎𝟎𝟗. meses después¡!
Esa noche seguía en su cabeza y por más que intentaba olvidarse de ella, haciendo actividades, como cocinar, salir a caminar, aprender a jugar básquet o cualquier otra cosa, no funcionaba. Incluso en los momentos más ocupados de su vida, su mente seguía pensando en ello. Y estaba cansada de recordarlo porque dolía, dolía tanto que le costaba respirar, dolía como nunca antes y ella no sabía que más hacer para superar ese veintitrés de mayo. Incluso esa mañana estaba mal, llevaba despierta desde las 5:00 am y de algún modo estaba asustada también.
No había una razón para sentirse asustada o pérdida, pero lo estaba. Y era asfixiante. Sacude ligeramente su cabeza antes de deslizarse fuera de la cama soltando un quejido mientras abandonaba la habitación con una expresión neutra, al bajar las escaleras el olor a café recién hecho llegó sus fosas nasales y la melodía suave de la música llenaba sus oídos, a veces se le olvidaba lo mucho que Philippe amaba el café y la música antigua. El hombre al verla sonríe y ella también, llevaba puesto una camiseta verde con un par de pantalones flojos mientras que en su hombro derecho descansaba un pedazo de tela naranja.
Deja un beso sobre su frente antes de pedirle que tome asiento para desayunar puesto que el viaje de regreso a Mystic Falls sería algo largo. No estaba lista para volver, no se sentía preparada para regresar al pueblo dónde nació y dónde sus progenitores murieron, sin embargo, tenía que hacerlo porque el comienzo a clases había llegado y su tía Jenna no la había dejado faltar pese a lo mucho que le rogó, incluso pidió un año sabático, pero el resultado fue el mismo; un rechazo. Jenna estaba convencida de que debía retomar su vida puesto que era lo que sus padres hubieran querido, así que sin muchas opciones tenía que regresar.
—Te estoy hablando, babosa—un golpe en su nuca la hace regresar a la realidad y mientras toca la parte golpeada, voltea a mirar a su tío quien sigue sirviéndose café en una taza blanca la cuál comienza a tomar un color rojo—. ¿Dónde andabas, eh?
—Pensando en que no quiero volver—confiesa bajando la mirada hasta sus panqueques los cuales están cubiertos con una ligera capa de mantequilla y miel mientras que el principal tiene dibujada una carita feliz con chocolate y a su lado hay un par de pedazos de mango—. Pero tengo que hacerlo, ¿no?
—Dejarte faltar sería dejarte hundirte en un lugar de oscuridad y tristeza—murmura él acercando un vaso de cristal antes de comenzar a servir un poco de leche en el, acaricia el cabello de su sobrina con una leve sonrisa de nostalgia—. No queremos eso para ti. La vida sigue, Charlotte. Este no es el fin del mundo, si sigues viva es por una razón y debes aprovechar tu segunda oportunidades.
—No quiero una segunda oportunidad, quiero a mis padres—espeta apartando su mirada del plato para posarla en la ventana mientras que su vista es empañada por el agua que se empezaba a acumular en el interior de sus ojos claros—. De nada me sirve estar viva si me siento muerta.
