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Desde aquel día, cada que ellos chocaban por casualidad, ella le ofrecía un cigarro de chocolate y él aceptaba riendo, ya era una rutina de ellos, aparte de que al encontrarse en lugares públicos, y las chicas de la edad de ambos o cerca lo veían y con ganas de acercarse, pero, al ver las acciones de ambos, todas se alejan pensando en que son pareja, siendo en sí el sueño de aquella rubia.
Y ese día no era la excepción, fuera de un local aquel castaño estaba terminando aquel cigarro, pero, ahora con más confianza la rubia que lo vió de lejos, corrió a tirar aquel cigarro que hacía que sus fosas nasales odiaran aquel olor, ya tenía suficiente con su hermano mayor y ahora su crush, no quería que su vida terminara tan corta, aquel joven al sentir como aquel tubo que contenía el veneno a sus pulmones dejo los labios de él, dejo de pensar en parte de la vida para ver aquella rubia que estaba por recibir unos gritos si fuera una desconocida.
— Deja de fumar, ni siquiera puedes entrar a esos restaurantes donde están todos hablando de no se que. – Y como pudo sacó aquella caja con pinta de ser un nuevo cigarro solo que la diferencia era que esos eran dulces. — Toma. – Extendió aquel objeto.
Antes de que él tomara un tubo de chocolate, ella sintió como sus cachetes eran apretados por dos dedos, mirándolo fijamente. — Te quiero, te respeto por Mikey, pero, escúchame bien Emma, vuelves hacer lo que hiciste y créeme no me culpes de las consecuencias que pasen por tu decisión, ¿Me entiendes? – Ella asintió aún más con el apretón que recibía sintiendo como esos finos dedos se podían ir enterrando en su piel.
Sin más, él tomó aquel cigarro de chocolate bajo la atenta mirada de la femenina, para que luego sintiera la libertad en sus cachetes. — Perdón, fue un impulso no volverá a suceder. – Cabizbaja se iba a ir, pero, un jalón en su brazo la devolvió a donde estaba, esta vez sorprendida vió cómo él se agachaba y levantaba su mentón para depositar en ambos cachetes un beso. — Kōji
Y aquel agarre y muestra de afecto terminó, dejándola con un pequeño vacío pero con una euforia en su interior. — Tengo que volver, no quiero escuchar los sermones de Draken, nos vemos luego Emma.
Vió como él con el chocolate en sus labios, se adentro al restaurante, viendo como aquel rubio de la misma altura que él, lo regañaba, ella imaginaba que era por no estar atento a lo que se decía en la reunión y no se equivocaba, pero podía ver como aquel chico solo ignoraba lo que decía ese rubio llamando al mesero, ella podía verlo todo el tiempo, podría ser un tipo de acosadora, pero, quería darle su espacio, aparte que sus miradas chocaron y él con una sonrisa logró que la rubia como tomate corriera alejándose de aquel ventanal.
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La rubia con una respiración agitada llegó a su hogar, sabía que él no la seguiría pero aún así para evitarlo corrió lejos, manteniendo el ritmo hasta llegar a su casa, sorpresa que se llevó al ver que dos pares de ojos la veían, siendo aquel hombre que es su abuelo y su hermano mayor, ambos con una mirada curiosa e interrogativa, pero, antes de decir una palabra, escuchaba la voz de él siendo reclamos al que es la mano derecha de su otro hermano, y cuando estaba por reaccionar, la puerta fue abierta de un tirón.
— Maldita sea Draken, ten un poco de respeto, el abuelo ni te ha dicho que estás en tu casa, respeto Draken.
— Habla el señorito que prefirió un cigarro que escuchar a su capitán quien aún hablaba de una pelea, que yo sepa dejar a alguien hablando está mal.
— No estaba solo, imbécil, él los tenía a ustedes para que lo escucharan, a menos que te hayas vuelto sordo y yo no lo sabía.
— ¿Quieres pelear, niño bonito?
— Andale calvo, aquí te espero.
Y cuando ambos estaban por chocar puños, ambos reaccionaron ante el bostezo y voz somnolienta de aquel rubio que estaba en la espalda del castaño . — ¿Ya llegamos? – El que cargaba al rubio se puso de cuclillas para que este se bajará de su espalda. — ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema?
— Rutina. – Y ambos contestaron al unísono, haciendo una pelea donde se decían que no se copiaran, que dejaran de hablar al mismo tiempo, y aquel dúo seguía peleando mientras el rubio se quitaba sus zapatos haciendo reaccionar a la menor de la familia.
— ¿Ya van a terminar? Ambos le faltan el respeto a esta casa, y Kōji, ¿Qué le hiciste a Emma que llegó muy alterada? – Dijo aquel hombre, haciendo que ahora todas las miradas vieran al castaño quien sin entender la pregunta del mayor se encogió de hombros.
Él pensó en que le había lastimado sin querer ante aquella escena. — Bueno, no se de que hablas viejo, pero creo que fue porque
Y la rubia saltó a detener la declaración del mayor. — No fue culpa de él, es solo que – Divagaba para crear una buena excusa. — Quería verlos, si, quería verlos, ya que la escuela me está matando. – Y los jóvenes que le ganan por un año se aguantaron la risa ante esa excusa.
— Ay mi linda hermanita, ella nos extrañaba abuelo, que linda es Emma. – Ahora los tres veían como el hermano mayor de los Sano, estaba llorando de alegría.
Y los dos cuando vieron que su capitán y mejor amigo estaba por decir algo, le taparon la boca evitando que arruinara aquella mentira, ya que, con ayuda del pelinegro el hombre de tercera edad creyera en esas palabras, el rubio peleaba por decir algo pero el único hijo de la familia Kimura, utilizó aquella vieja confiable y es llevarlo por dorayakis, así él dejó de pelear y siguió el juego de aquella mentira, ahora involucrando al rubio de tatuaje, dejando en completa libertad al castaño .
— Gracias. – Agradeció la rubia, sintiendo como él le revolvía su cabello, si fuera otra persona quizás haría un drama, pero, tenía la atención de él y como se trataba de Kōji Kimura quedó en silencio y guardó su drama para alguien más.
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