siete

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Pasado

Las paredes estaban decoradas con guirnaldas relucientes y luces parpadeantes, creando un ambiente mágico donde la esencia del invierno se expandía hacia cada rincón del restaurante, finalmente había llegado esa temporada tan esperada. Sonrisas de alegría y entusiasmo iluminaban el lugar. Sin embargo, la cantidad de clientes era abrumadora.

La temporada decembrina se anunciaba en grande y lo más probable era que las calles ya se encontraran forradas en colores vibrantes y dibujos animados. Para estas fechas las tiendas desbordaban de compradores, al igual que los restaurantes.

En el aire flotaba un delicioso aroma que emanaba de las cocinas, invitando a las personas a disfrutar de una cena reconfortante. Diciembre tenía ese don especial de despertar la nostalgia en la gente, y aquel día no era la excepción.

—Mesa seis, por favor. Tenemos dos órdenes de Bibimbab, una con extra de verduras. Una de Kimbab y cuatro de Ramen, uno clásico y tres especiales, además de dos guarniciones de arroz— exclamó Heeseung, tomando rápidamente una de las bandejas que ya contenían las órdenes listas para servir.

La cocina se sumergía en un caos frenético. Las peticiones llegaban en intervalos sorprendentemente cortos y los cocineros se movían con destreza entre múltiples tareas. Heeseung había entrado y salido de ese lugar al menos unas cuatro veces en los últimos cinco minutos, era realmente demandante.

Apenas entraban en una de las temporadas más altas y no tenían idea de cuánto tiempo más podrían seguir así, demasiado trabajo y poco personal. A pesar de eso todos se esforzaban, hacían todo lo posible para asegurarse de que cada comensal dejara el restaurante con una sonrisa satisfecha.

Al atravesar la puerta de servicio, todo ese ruido desordenado quedaba atrás y se encontraba con un ambiente completamente distinto. Era como si hubiera un interruptor que regulara el caos al cruzar esa frontera invisible. Del otro lado se encontraba una calma reconfortante, las luces cálidas y la música en un volumen bajo, resultaba difícil imaginar el frenesí que ocurría al otro lado de la puerta.

Se detuvo junto a una mesa y saludó cortésmente. —Buenas noches ¿tres guarniciones de arroz blanco?— colocó con cuidado los platos sobre la mesa tras recibir una respuesta afirmativa. —Si necesitan algo más no duden en pedírmelo. Que disfruten su cena— dijo con una sonrisa antes de tomar la bandeja y regresar a la cocina. Pero entonces alguien llamó su atención.

—Disculpe— un chico alzó la mano, estaba sentando solo en una mesa casi oculta bajo una montaña de libros y cuadernos. Heeseung se acercó rápidamente.

—Buenas noches ¿le puedo ayudar en algo?—preguntó con amabilidad, notando el evidente interés del comensal por uno de los libros sobre la mesa.

El chico pareció despertar de su concentración y le dirigió una mirada distraída. —Solo quisiera ordenar una soda.

—¿De algún sabor en especial?— preguntó Heeseung, intrigado por la peculiaridad de la situación.

El chico lo reflexionó por un momento antes de contestar: —De fresa, por favor.

—Claro, enseguida se la traigo— En el tiempo que llevaba trabajando en ese lugar, que realmente no era demasiado, creía haberlo visto todo.

Había presenciado discusiones familiares, propuestas de matrimonio, reuniones escolares, fiestas de cumpleaños e incluso de divorcio. Sin embargo, ver a alguien usando el lugar como un centro de estudio era una novedad.

Es decir, no era que no se pudiera, era más que no consideraba ese sitio del todo adecuado para pasar largas horas de estudio y solía haber demasiada gente conversando alrededor. Pero bueno, siempre hay una primera vez.

save me a seat | heejakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora