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A veces la vida te lleva por caminos sorprendentes donde ni siquiera tú mismo te veías capaz de estar

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A veces la vida te lleva por caminos sorprendentes donde ni siquiera tú mismo te veías capaz de estar. El hotel se ha vuelto ese lugar que miro de arriba abajo intentando entender una mínima parte de este viaje sin sentido, pero a la vez cargado de sensaciones. Es como si todo lo que un día quise, hubiese llegado de golpe y lo tuviese enfrente de mis narices. No nos dio tiempo a ver nada en Madrid porque llegamos tan tarde que solamente nos encerramos en nuestras habitaciones y nos dedicamos a descansar. O eso es lo que hicieron todos menos Jackson y yo que nos pasamos veinte minutos de reloj discutiendo por la cama más grande.

—¡Son iguales! —gritó Jackson estresado—. Si tuviésemos un metro, te lo demostraría.

—Pero no lo tienes, así que no puedes demostrarme nada. —Rodé los ojos, pero seguí manteniéndome de pie frente a las dos camas mientras mi amigo resoplaba a mi lado—. Déjame la cama de la izquierda y ya está.

Se giró de golpe y clavó su mirada en mí con seguridad. Estábamos cansados y lo único que hacíamos era pelearnos, pero había suficientes razones para demostrarle que la cama de la izquierda era mejor.

—¡Siempre duermo en la izquierda, Brett!

—Siempre hay una primera vez para todo. ¡Déjame aquí!

Me armé de valor y aparté sus maletas de la puerta, poniéndolas enfrente de la cama derecha. Jackson estaba tan cansado de escucharme hablar pacíficamente que simplemente se dedicó a sacarme la lengua cuando se fue hacia allí para colocar la maleta en un lado de la habitación.

Sonreí con malicia cuando me di cuenta de que yo había salido victorioso, aun sabiendo lo cabreado que estaba. Se dio cuenta de esa pequeña mueca, porque se acercó rápidamente a mí y me miró fijamente, preparado para decir algo.

—La próxima vez me voy con Leo o Matthew, pero contigo no me pongo más —gruñó mientras dejaba las maletas en un lado de su cama.

—Hemos estado así casi un año entero, Jackson.

—Por eso mismo.

Fue lo último que dijo antes de quitarse la ropa, dejarla sobre la silla y acostarse, sin dirigirme la palabra. Ni siquiera miró el móvil antes de dormirse. Pocos minutos después hice lo mismo que él, con la excepción de que yo sí que miré el teléfono. Me giré hacia un lado para asegurarme de que estaba dormido y abrí las notas del móvil. Empecé a derramar palabras sin sentido alguno, hablé sobre arriesgar, miedos y dudas; escribí sobre todo aquello que no sabía que sentía y dejé que las letras inundasen mi imaginación.

No sé la hora a la que me quedé durmiendo, pero el sol por la ventana era lo más molesto del día sin ninguna duda. Odiaba dormir con la ventana subida por esa misma razón, pero a raíz de la pelea con Jackson olvidé por completo que no estaba bajada.

—Vamos a llegar tarde por tu culpa.

Mi amigo se asomó por la puerta del aseo mientras se lavaba los dientes y me hizo un gesto para que me metiese prisa.

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