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Al recobrar el conocimiento, desperté en una habitación que no conocía. La cama en la que estaba acostada era cómoda y no quería levantarme de ella. Lo único malo era que la luz del atardecer me daba directo en los ojos, y se volvía molesto.

Me quejé, tratando de llevar lo más cercano que tenía a mi cara para cubrir el molesto sol. Lo que me sorprendió fue sentir algo extraño, yo esperaba tocar alguna almohada, pero esto no parecía serlo. Abro mis ojos para ver a mi derecha, notando que lo que estaba tocando era el brazo de Miguel, quien estaba sentado a un lado mio, viéndome fijamente.

Rápidamente me iba a levantar de la cama por el susto, pero me detuve al sentir un dolor punzante en mi costado. Fue entonces que me percaté que no tenía puesto mi traje y que tenía una que otra venda al rededor de algunas partes en mi cuerpo. Asustada toqué mi rostro. Tampoco llevaba mi mascara.

—Finalmente despiertas.— Habló Miguel, viéndome como estaba sorprendida y asustada.—Descuida, no vi nada que no debía mientras estabas dormida.— Aclaró cuando comencé a ver la ropa que llevaba puesta, la cual claramente no era mía. Me sonrojé al entender a que se refería.

—¿D-Dónde estoy?— Pregunto nerviosa mirando a mi al rededor.

—En mi casa.— Respondió levantándose de la cama.—Te traje aquí para curar tus heridas. Quedaste algo lastimada después de que cayera el edificio...— Dijo quedándose quieto, llevó una mano a su cintura y la otra a su rostro, frotando su cien mirando el suelo, parecía ¿decepcionado? No estaba segura.

—Siento mucho no haber podido salvarte antes de que cayeras, estaba en shock.— Lo miré preocupada.— Me confíe y pensé que había sacado a todos de aquel edificio y por eso ese niño pudo casi haber muerto. De no ser por tu ayuda... Quien sabe que le hubiera sucedido...

Me levanté de la cama con algo de dificultad. Miguel cuando escuchó que me quejé por el esfuerzo, se acercó a mi y me hizo sentar de nuevo, al poner sus manos en mis hombros. Lo miré preocupada otra vez, sus ojos parecían algo tristes.

—Hiciste lo mejor que pudiste, no te culpes por eso...— hablé tratando de consolarlo, Miguel negó con la cabeza, estaba por alejarse pero lo agarré del antebrazo, evitando que se fuera e hice que se sentara a mi lado. El solo se quedó mirando a la nada.

—¿Quieres saber por qué me ofrecí a trabajar contigo?— rompí el silencio en aquella habitación. Miguel no respondió nada, se mantuvo en silencio, pero yo sabía. No, yo quería decirle el por qué de mi propuesta. Entonces empecé a decirle:

—Cuando empecé a tener mis poderes arácnidos después de que me pícara una araña, estaba muy asustada. Pensaba que la gente me tendría miedo, que me harían a un lado y no tendría a nadie en mi vida... Pero cuando escuché sobre ti por noticias en la televisión, sobre tus acciones heroínas y sobre como eras igual que yo, me dio valor para cambiar mi vida. — Confesé, sonriendo al recordar mi pasado. Miguel me escuchó atento, aunque seguía sin mirarme.

—Cuando decidí hacerme una heroína, a mi familia no le gustó que fuera una "Anormal" como ellos decían. Así que cuando tuve la oportunidad, me independicé y mudé a New York, para conocerte en persona. Pero sentía tanta vergüenza de hablarte personalmente que decidí verte solo de lejos... Y así descubrí finalmente quien se escondía detrás de esa mascara.— Mi cara se puso roja, estaba un poco avergonzada por lo que estaba diciendo, pero estaba contenta también. Miguel me miró a los ojos, un poco sorprendido, pero manteniendo un rostro calmado. Sonreí cuando lo miré también.

—... Cuando te vi sin tu mascara, me sorprendió mucho por ver a un sujeto tan triste, con aura melancolica y depresiva. Eso me hizo pensar en lo difícil que es para tí cuidar de una cuidad por tí mismo, batallando contra enemigos todos los días. Es un enorme sacrificio.— Continúe, Miguel desvío la mirada.— Por eso me ofrecí a ayudarte, quiero poder tener una razón de utilidad para mis poderes, y ayudar a quitarte tanto trabajo de tus hombros. No tienes que cargar con esta responsabilidad tan grande tú solo.

Déjame ayudarte, Miguel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora