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(Comiencen a escuchar la canción cuando les avise)

Max:

En el frío suelo de la biblioteca, rodeada de libros como el hada de los cuentos yacía Emma tirada. No pude evitar reírme a carcajadas al ver la "mágica" escena.

— ¿Cuál es la obsesión por el suelo princesa?

— Púdrete — bufó como buena mula.

— Ya quisieras — lancé un beso y le guiñe el ojo, extendiendo la mano para levantarla.

Aceptó mi ayuda de mala gana, volteando los ojos. Cuando estuvo de pie frente a mí, me acerqué rápidamente, y le planté un beso en el cachete a centímetros de su boca.

La sorpresa en su rostro fue evidente — ¿Qué haces?

— ¿Cómo que "que hago"? Las personas normales ven a sus amigos después de mucho tiempo y saludan. — expliqué restándole importancia sin dejar de perder atención a su carita.

— Vale — se dio la vuelta para comenzar a acomodar los libros en su lugar — Tú y yo no somos amigos — murmuró casi imperceptible.

— ¿Decías...? — sonreí a la espectativa.

— Nada.

Tomó uno de los libros que había tirado y pasó por mi lado — Adiós.

  Voltié a verla y joder... que culo, ¿Cómo es posible que se vea bien en cualquier ángulo?

¿Me pregunto cómo se verá en cuatro?

La seguí y tomé asiento en su mesa dándole vuelta a la silla para sentarme a horcajadas  frente a ella.

— ¿Cómo terminó la noche con tu Romeo? — pude notar como se tensaba.

No me respondió, insistí pero seguí sin respuesta — ¿Eres bastante grosera sabes?

— ¡Y tú un arrogante entrometido!

Fruncí la ceja y la mire aunque  no despegó la mirada del libro — ¿Arrogante?¿Entrometido?¿A que te refieres?

— Te estás metiendo en algo que no te interesa — se despegó el libro de la cara dedicándome una mirada severa.

— ¿Qué te hace pensar que no me interesas?

— No debería — volvió a subir el libro cortando comunicación.

Le quité el dichoso libro de la cara y me acerqué mirándola fijamente —¿Por qué no?

Sus ojos me respondieron con la misma intensidad, se relamió los labios incendiándome con el gesto — Porque una vez que empieces no vas a poder parar.

Una sonrisa maliciosa me invadió — ¿Tan segura estás de tí misma?

— No tienes idea de cuánto.

Estaba a punto de retarla cuando mi abuela se apareció por el pasillo — Max cielo, pensé que te habías ido, venía a pedirle ayuda a Emma, pero ya que estás aquí ven y me ayudas — dijo así sin más.

Emma me miró, la miró y después volvió a mirarme a mí.

— Vale abuela, ahora voy.

— ¿Abuela? — preguntó la morena sorprendida.

— Si cariño, ese chico hermoso que ves es mi nieto, pero levántate tu también que necesito la ayuda de ambos — apuró dándose la vuelta para que la siguiéramos.

Salimos andando detrás de ella, Emma gesticuló con la boca un "¿En serio?" mudo refiriéndose a mí, a lo que yo asentí dándole la razón.

— ¿Y en qué necesitas ayuda? — indagué.

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