Max daba vueltas por los pasillos del instituto para asegurarse de que todos los estudiantes estuviesen en sus respectivas clases.
A veces podía llegar a ser muy pesado respecto al tema, le gustaba asegurarse de que todos los alumnos cumpliesen con las normas y que atendiese todas sus clases porque para él, su instituto era un edificio que formaba a genios y personas exitosas. Se dió la vuelta para volver a su despacho cuando se cansó de caminar pero paró en seco en cuanto reconoció una melena rubia salir de los baños con la mochila todavía en su espalda.
—¡Olivia! —la llamó haciendo que la rubia parase en seco y se diese la vuelta con lentitud. —¿Que se supone que haces?¿Por qué no estás en clase?
A Max le gustaba mantener la formalidad en su trabajo y sobretodo cuando se trataba de su humilde puesto de director de instituto, así que intentaba tratar a todos los alumnos por igual incluyendo a sus sobrinas.
Olivia observó con rapidez a su alrededor como un acto de inquietud antes de mirar a Max. Ella sabía que existía una pequeña probabilidad de que Max la pillase fuera de clases pero aún así decidió arriesgarse.
—Estaba... Lavándome las manos. —dijo con rapidez, como si quisiese salir corriendo de los controles de Max.
—¿Y por eso no has ido a clases?¿No podías haberte esperado a entrar y que la profesora no te pusiese una falta?¿Que se supone que has hecho? —cuestionó Max mirando sus manos, se extrañó que las tuviese secas pero no le dió mucha importancia.
—Eh,eh... No me podía esperar. He resbalado justo antes de entrar y me he manchado las manos así que vine hacia aquí. Tenía pensado ir a clase ahora y explicárselo a la profesora pero...
—Da igual. Venga, sígueme. —le ordenó mientras avanzaba hacia la siguiente clase de la rubia.
Avanzó por los pasillos y se detuvo delante de la puerta, tocó con los nudillos y enseguida la profesora salió a atender a Max mientras Olivia entraba dentro del aula. Vivian la miró con detenimiento, intercaló la mirada entre la puerta donde anteriormente había tocado Max y la rubia que avanzaba rodeando los pupitres hasta llegar a su asiento, al lado de Vivían. Ésta última le reclamó con la mirada una explicación a la rubia de la causa por la que Max había echo presencia, la rubia se limitó a ignorarla y ver cómo la profesora volvía para seguir con su explicación.
Vivian se extrañó y se recordó a sí misma que después tendría que hablar con Olivia.
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Cuatro jóvenes que Tom reconoció enseguida entraron a la cafetería: Harley, Deneb, Mara y Adele.
Enseguida, casi todos posaron su mirada sobre ellas mientras avanzaban a su respectiva mesa. Vestían con los típicos uniformes del edificio, sin ninguna arruga y con accesorios que costaban miles de dólares.
No miraron a nadie, solamente continuaron su camino bajo la mirada de todos como si ellas ya supiesen la atención que emanaban.Una vez se sentaron, el tiempo volvió a pasar y algunos volvieron a lo suyo.
—¿No te...—iba a preguntar Marco cuando las puertas de la cafetería volvieron a tronar pero ésta vez entraron tres rubias algo detestables por algunos: Chloe, Rebeca y Camila Jhonson.
A diferencia de las Grey, éstas miraban al resto de la cafetería con desprecio, como si fuesen inútiles hormigas que desearían aplastar. Llevaban sus uniformes, sus accesorios igual de caros que las Grey y una capa de superioridad que se notaba a kilómetros.
La primera de todas, es decir, la que lidera el grupo y es la más mayor es Rebeca y mira a todo el mundo como si fuese una basura despreciable que claramente es inferior a ella, lleva el pelo rubio suelto y mueve su delgado cuerpo exageradamente como si estuviese en una pasarela de modelos.
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El juego trágico
Подростковая литератураLas Grey somos caracterizados por nuestro dinero, poder y por supuesto, nuestro carácter. ¿Qué sucede si un día, el enemigo de toda tu familia reaparece y os amenaza con vuestra muerte?¿Qué sucede si todo se vuelve en contra de nosotros?¿Qué sucede...