Capítulo 4

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Aquella tarde, Harry llegó a casa a las cinco y le dio un beso en la mejilla a su tía.

-¿Qué tal tu día de trabajo, cariño?

Harry pensó en Tina, en los peces y en la disputa del muro de cien años de antigüedad.

-Pues... no querrás saberlo.

-¿Tan mal ha ido?

-Técnicamente hay muy poco de lo que pueda quejarme, así que no lo haré.

-Bueno. La cena estará lista en media hora. Tienes tiempo para cambiarte.

Harry abrazó a la mujer que siempre había estado allí cuando la había necesitado.

-Me encanta que cuides de mí, pero no he venido a invadir tu vida. Mañana mismo voy a empezar a buscar una casa para quedarme.

Bev sacudió la cabeza fuertemente.

-No te atrevas a hacerlo. Sé que no te vas a quedar para siempre en Los Lobos, así que quiero estar contigo durante el tiempo que estés aquí.

-¿Estás segura? ¿No estoy estropeando tu vida social?

Bev miró al cielo resignadamente.

-Oh, por favor. Sabes que no salgo con nadie. Tengo que preocuparme por el don.

Ah, sí. El don. La conexión psíquica de Bev con el mundo, que le permitía ver el futuro. Tal y como su tía le había explicado muchas veces, el don conllevaba unas responsabilidades, como la de mantenerse pura... sexualmente.

-¿Y nunca te cansas de estar sola? -le preguntó Harry, porque creyera o no creyera en el don de su tía, su tía vivía como si ella sí creyera en él.

Había habido muy pocos hombres en su vida, y no había tenido ninguna relación larga.

Bev sonrió.

-Mi sacrificio ha tenido recompensas. A lo largo de los años he ayudado a muchas personas, y eso es un sentimiento magnífico.

-El sexo también puede ser un sentimiento magnífico -dijo, y recordó su patética vida sexual con Lyle-. O eso dicen.

-Nosotros tomamos decisiones en nuestra vida. Y el mantenerme pura por mi don fue una de las mías.

Harry arqueó las cejas.

-Querrás decir casi pura -dijo, bromeando.

-Bueno, ha habido una o dos ocasiones en las que las cosas se me fueron de las manos un poco, pero como no fueron culpa mía, no cuentan.

Harry sonrió.

-Me gustan tus normas. Siempre me han gustado.

-Me alegro. Y ahora ve a cambiarte para la cena. Ah, Gracie llamó por teléfono hace una hora. Le di tu número del despacho. ¿Dio contigo antes de que salieras de allí?

-No -respondió Harry, desilusionado por haberse perdido la llamada-. Voy a llamarla ahora.

Subió a su habitación, se quitó el traje y se puso unos pantalones cortos y una camiseta. Después llamó a Gracie, pero respondió el contestador automático de su amiga. Era una pena. Tenía ganas de hablar con Gracie. Ella siempre sabía cómo poner las cosas en la perspectiva adecuada.

-Mañana -susurró Harry, y comenzó a bajar las escaleras-. Mmm..., huele a lasaña, lo cual quiere decir que has trabajado mucho esta tarde.

-¿No estaba Gracie en casa?

-No, pero la llamaré mañana. ¿Qué tal te ha ido hoy con Emily? ¿Cómo es?

-Una niña muy mona, aunque está un poco nerviosa por todos los cambios en su vida.

Alguien como tú ~ Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora