Capítulo siete

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Nicole Wallace

Me remuevo al sentir algo frío entre mis piernas. Poco después suelto un gemido de placer al tener algo haciendo contacto directo con mi vagina y clitoris.

Abro los ojos por completo, luego, los bajo hacía Gabriel, él cuál tiene su cara enterrada en mi coño. Su pelo se encuentra revuelto y parece darse un festín.

Me agarro a la cama ante el placer que se extiende por todo mi cuerpo; siento mis pezones tensarse bajo el camisón que llevo y mis pies temblar.

—Gabriel— jadeo a duras penas, cerca de la liberación.

La siento, arremolinándose en mi vientre y esperando el momento perfecto para salir. De alguna forma siento a Gabriel sonreír aún comiéndose mi coño; lamiendo e introduciendo su lengua. Su mano pasa por debajo de mi camisón para amasar mis tetas. Dirijo mis manos a su pelo para mantenerlo ahí.

Sin previo aviso, el orgasmo sale desgarrandome y dejándome sin respiración ni voz. Gabriel se lo toma todo; ni una gota deja salir. Luego levanta su cara para mirarme con un brillo malicioso en sus ojos y una media sonrisa arrogante.

Estoy apunto de decir algo, pero me interrumpe colocando su mano en mi boca; sin dejar paso a mis palabras.

—Aún no he terminado contigo— avisa con voz ronca.

Me agarra de la cintura para darme la vuelta y así quedar boca abajo. Mi respiración aumenta al igual que mi pulso, el miedo mezclado con el placer de no saber que va a hacer.

¿Qué quiere decir con que no ha terminado conmigo?

Se alza sobre mí, ahuyentando por completo mis pensamientos. Su mano se posa en mi nalga derecha, dónde comienza a acariciarla.

—¿Te pensabas que te librarías de mí, mon amour?—susurra cerca de mi oído, causando que la familiar humedad aparezca entre mis piernas—. Eres mía, y eso lo decidiste tú.

—¿Y si ya no quiero ser tuya?—susurro incapaz de mirarlo.

Su risa ronca resuena en la habitación.

—Demasiado tarde, mon amour.

Me sobresalto cuando su mano azota la nalga que estaba acariciando.

—¿Q-qué haces?—tartamudeo.

—Castigarte por el mal comportamiento de ayer.

No espera respuesta y me da otra.

—Enfermo.

Otra nalgada.

—Psicopata.

Dos más.

No sé en que momento el dolor se mezcla con el placer, las lágrimas salen de mis ojos y tiemblo incapaz de aguantar más. Pero Gabriel no se detiene, ni siquiera cuándo suplico. Cuándo su mano cambia de posición, hacía mi coño, él cuál esta chorreando, lo acaricia.

—Sabía que eras una pervertida—comenta casualmente.

Niego con la cabeza incapaz de hablar. Mis mejillas arden, tacha eso, todo mi cuerpo lo hace bajo su toque.Poco después libero otro orgasmo.

Secret LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora