𝑇𝑟𝑒𝑖𝑛𝑡𝑎

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Dawn había llegado a pensar, por un instante, mientras caminaba por los pasillos de Hogwarts, que podría arreglar las cosas con Charlie. Quizá incluso se atrevía a invitarle a casa por Navidad, para explicarle todo lo que había pasado en el despacho, explicarle todo lo que estaba pasando y lo que Dolores —y, por lo visto, la profesora McGonagall— creían. Por un momento se olvidó de todo y pensó en que podrían arreglarlo, de nuevo, que podrían volver a intentarlo y que, esta vez, saldría bien.

Pero cuando llegó al despacho dejó de soñar al ver que todos estaban ya allí. Ginny bajo el brazo de Charlie, Ron lo suficientemente cerca de sus hermanos como para darle la mano a Ginny mientras que Hermione le abraza, Fred y George hablando con Charlie.

—Os saco de aquí en un traslador —lo anuncia, dejando que todo se vuelva a donde pertenece, al mundo de los sueños. No va a pasar, no ahora, no en un futuro—. Vamos, rápido, venid todos aquí.

—¿Lo sabe el Ministerio? —pregunta Charlie y Dawn sabe que lo hace adrede, la está probando, lo que debe de creer es que ella solo le es fiel al Ministerio.

—Sí, lo saben.

No comenta nada más, solo se acerca al escritorio de Charlie y coge una de las plumas que hay sobre la mesa. La convierte en un traslador que saldrá en treinta segundos hacia La Madriguera y extiende la pluma para que todos se agarren a ella.

—Harry, vamos —Hermione le llama, pero el chico no parece convencido, al menos no hasta que Ron deja la pluma y va a por él.

—Deja de ser tan cabezota, no es tu culpa.

Se lo oye murmurar solo porque están a su lado. Ni siquiera quiere preguntar por qué le dice eso, pero se puede hacer una idea, Arthur estaba protegiendo algo en el Ministerio por orden de Dumbledore y todo lo que parece hacer Dumbledore es para dos cosas, su propio beneficio y luego para proteger a Harry. Así que entiende por qué Harry piensa que es su culpa.

—Agarraos bien —les dice, notando el tirón tan familiar.

No puede evitar mirar a Charlie. Este mira a todos sus hermanos, vigilando que ninguno se pierda por el camino y, cuando llegan a La Madriguera, sonríe al ver cómo todos ellos consiguen mantener el equilibrio durante unos segundos antes de caerse al suelo de culo. Dawn también sonríe, viendo como esa vez ha ido mejor que cuando les ha llevado a su casa.

—Tendréis que ir desde aquí hasta San Mungo y luego ya podréis ir a Grimmauld Place —les dice y Charlie asiente.

—Gracias —es seco, sabe que se lo merece, pero eso no hace que duela menos.

—He pensado que era la mejor opción —dice y Charlie asiente.

—Tenías razón —¿cómo han podido pasar de estar en un sofá hablando de verdad a esto?

—Puedo ayudaros a llegar a Londres —ofrece y, esta vez, Charlie niega.

—No hace falta, ya has hecho bastante.

—Puede llevarnos a su piso, está más cerca de San Mungo —Ginny se mete en la conversación y, con una sola mirada de Charlie, se da la vuelta hacia la casa.

Los demás no tardan en seguirla, probablemente porque la mirada de Charlie ha sido de todo menos amistosa. No tardan en verles en la cocina, escondidos detrás de las cortinas intentando ver qué pasa con ellos.

—¿Por qué sigues aquí, Dawn?

—Tengo que... —empieza, pero es lo suficiente como para saber que se ha equivocado.

—Tienes que, vale.

—Es por Dolores, ella... —sabe que está intentando justificarse y Charlie pone los ojos en blanco.

Efecto Coriolis [Charlie Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora