𝐖𝐄𝐈𝐂𝐇𝐄𝐍 ⩴ 𝐡𝐚𝐨𝐛𝐢𝐧

𝐨𝐧𝐞 𝐦𝐨𝐧𝐭𝐡 𝐥𝐚𝐭𝐞𝐫

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Me acosté junto a Hanbin en nuestra cama con tranquilidad. La oscuridad ya había caído y el silencio inundó toda la habitación de prisa. Tanto Hanbin como el bebé dormían plácidamente mientras yo aún no conciliaba el sueño.

Después del parto, había pasado un mes en el que ya me encontraba en casa descansando, pues el post-parto era horrible, una sensación muy agotadora.

Ahora no dormía, pero si disfrutaba de la noche escuchando la respiración calmada del chico a mi lado, mientras miraba su bello rostro. Hanbin si que era hermoso, demasiado, tanto que parecía irreal.

Me acerqué lentamente hacia su rostro y lo miré con mayor determinación. Su piel suave como la seda me llamaba a acariciarlo y sus hermosas pestañas me enloquecían.

Con prisa dejé un besito en su mejilla viendo como arrugaba la nariz ante mi tacto. Mi corazón solo latía como la primera vez que lo vi, estaba locamente enamorado.

Luego mi mirada vagó por la habitación hasta llegar a la cuna de Yujin; si, ese era el nombre coreano del bebé, aunque yo lo seguía llamando Weichen cuando nadie veía, era su nombre chino.

Noté como dormía con suma tranquilidad. Decidimos poner su cuna dentro de nuestra habitación para supervisarlo mejor durante las noches. Desde mi lugar podía ver su piel rosada, suave cual durazno, haciéndolo ver mucho más adorable, como un muñequito.

Cada que pensaba en él terminaba derramando algunas lágrimas de orgullo y felicidad; tantos meses pasando toda una gran aventura hasta que finalmente obtuve mi tesoro, al fin estaba junto a mí.

Pero toda tranquilidad se derrumbó en un instante con un llanto repentino. Weichen había empezado a llorar como era de esperarse de un bebé, así que me sacudí sobre la cama para ponerme de pie hasta que sentí una mano detenerme.

Al girar sobre el colchón vi a Hanbin con los ojos hinchados y el cabello despeinado tomando mi brazo para evitar que me alejara de la cama. Me dio una pequeña sonrisa y en cambio, él se levantó y caminó hacia la cuna con algo de prisa.

─ Tú descansa, yo me encargo. ─dijo con la voz algo áspera del sueño y sacó a Weichen de la cuna para mecerlo en sus brazos.

Al cabo de unos segundos su llanto empezó a cesar siendo reemplazado por una suave voz que inundaba la habitación a oscuras. Hanbin había comenzado a cantar con su dulce voz que me ponía sentimental.

Era como si un ángel cantara especialmente para mis oídos, no pensé que alguien tendría la voz tan dulce como la miel, tan ligera cual pluma, tan hipnotizante y encantadora.

No soporté más y me acerqué a su cuerpo rodeando con mis brazos tanto a él como a Weichen en un cálido abrazo, derramando algunas lágrimas de emoción.

─ ¿Qué sucede? ¿Te duele algo? ─dijo con tono preocupado a lo que negué de inmediato. Hanbin había adoptado una posición de alerta cada vez que me veía llorando, era muy tierno.

─ Solo sigue cantando, estoy sensible.

Él empezó a reír obedeciendo a mi petición, volviendo a cantar con el bebé en sus brazos, mirándome con mucha dulzura.

─ Te amo. ─susurré dejando un pequeño beso en sus labios, escondiendo mi rostro sonrojado entre su cuello. La oscuridad no permitía que viera mis mejillas rosadas, pero aún así lo hacía por puro reflejo.

─ Yo te amo más. ─soltó sonriendo, bajando la mirada hacia Weichen, quien dormía nuevamente con calma.─ También te amo a ti, Yujin.

─ Los adoro a los dos.

Al fin tenía mi familia soñada y estaba muy feliz, tanto que solo podía sonreír como bobo con solo sentirlos a mi lado.

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