Capitulo 9

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Uraraka: Te amo, Deku~ — entre sueños, apretando más su agarre y con una sonrisa somnolienta.

Y así con esas palabras en el aire, escuchadas por el par de jóvenes, durmieron con una sonrisa en sus rostros.

Cinco horas después...

Eran pasadas las tres de la mañana y la joven pareja seguía dormida en los brazos del otro.

Se podía observar a una castaña durmiendo, tan apacible y serena, aún con su rostro oculto en el cuello del peliverde. El joven de ojos esmeralda tenía su ceño estaba fruncido y un sudor frío estaba recorriendo su frente. Tenía una pesadilla.

Izuku: Ura-Uraraka — decía con dificultad —. N-no vayas hacía allá. ¡No se atrevan a tocar a Uraraka! — con un gruñido.

Uraraka, al sentir la respiración pesada y escuchar su nombre provenir de su contrario, abrió los ojos.

Uraraka: ¿Deku? — levantando su mirada mientras se frotaba los ojos —. ¿Qué pasa? — con preocupación en su voz.

Izuku seguía dentro de su pesadilla. La castaña, al estar en el pecho del peliverde, podía sentir los rápidos latidos de su corazón.

Fue entonces que llegó la desesperación y, con ella, una opción que fue la única en aparecerse por la mente de nuestra castaña favorita.

Uraraka: ¡Despierta! — con un pequeño grito, solo audible para ellos dos, se podía escuchar una bofetada. Izuku abrió los ojos de golpe y, estando a punto de gritar por lo soñado, la castaña abrazó la cabeza del peliverde, apegandola hacía sí misma. —. Todo está bien, Deku. Todo está bien. ¿Te dolió la bofetada? — con una voz calmada.

Izuku: N-no — dijo con pesadez —. Estoy bien. ¿Tú estás bien? ¿No te hice daño cuando estaba en medio de... eso?

En estos momentos, Uraraka intentaba transmitir tranquilidad al peliverde, incluso si no lo intentaba le salía naturalmente. Pero está vez quería desesperadamente que Izuku estuviera tranquilo.

Izuku estaba exhalando grandes bocanadas de aire en un intento de regular su respiración pesada. Su plan dió frutos. Fue entonces que sintió una mano acariciando sus cabellos, nuca y la parte de arriba de su espalda, tan solo unos centímetros bajo la nuca.

Uraraka: Estoy bien, descuida. ¿Tuviste una pesadilla? — el peliverde asintió —. ¿Quieres hablar de eso? — mientras seguía acariciando sus cabellos verdes.

Izuku: En realidad, quisiera olvidar lo que soñé. — dijo deprimido.

Uraraka: Está bien, no te preocupes — mientras lo abrazaba un poco más fuerte contra su pecho —. Voy a ir por un poco de agua a la cocina para ti. Tal vez así te refresques un poco y puedas volver a dormir. — con su voz dulce. La castaña se disponía a apartarse para levantarse y dirigirse a la cocina, pero antes de que lograra apartarse, el peliverde le había vuelto a abrazar, ocultando su rostro en el pecho de la castaña, cabizbajo.

Izuku: No te vayas, Ochako — la castaña estaba a punto de diferir cuando el peliverde levantó la mirada —. ¡Por favor! No te vayas. — con voz queda.

Cuando el peliverde levantó la mirada se podían observar lágrimas saliendo incontrolablemente de sus ojos. Uraraka sentía que no podía negarse ante la insistencia del de ojos esmeralda.

Uraraka: Está bien — en un susurro —, me quedaré contigo. — fue en eso que ella le abrazó de nuevo, sintiendo como este estaba temblando. Uraraka empezó de nuevo a acariciarle el cabello.

Izuku no paraba de abrazarla con fuerza pero delicadamente. Su abrazo duró varios minutos, pero con todo el cariño con el que se abrazaban lo sintieron como segundos. Hasta que dieron las tres con treinta de la mañana. Uraraka se levantó con delicadeza y, ante este acto, el peliverde pensó que se había incomodado o cansado del abrazo, hasta que la castaña se giró y le tendió la mano.

Solo nosotros, siempre. (IzuOcha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora