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brillante bondadoso y

-¿Fue realmente el fin? -le pregunto.

-Ella no quiso tener nada más conmigo -responde Daniela.

-¿Y la película?

-¿Estás preguntándome si valió la pena? -Supongo que sí.

-La película fue un gran éxito. Pero no valió la pena.

-Don Adler ganó un Oscar por ese papel, ¿no es así?

Daniela me mira con exasperación.

-Ese cabrón ganó un Oscar, y a mí ni siquiera me nominaron.

-¿Por qué no? Yo la vi. Al menos, algunas partes. Estás estupenda. Realmente excepcional.

-¿Y crees que no lo sé?

-Entonces, ¿por qué no te nominaron?

-¡Porque no! -exclama Daniela con frustración-. Porque no estaba permitido que me aplaudieran por eso. Fue calificada como pornográfica. Yo era responsable por las cartas de lectores que empezaron a llegar a todos los periódicos del país. Era demasiado escandalosa, demasiado explícita. Los espectadores se excitaban, y cuando se sentían así, tenían que culpar a alguien, y me culpaban a mí. ¿Qué más podían hacer? ¿Echarle la culpa al director francés? Los franceses son así. Y tampoco iban a culpar al recién redimido Don Adler. Culparon a la bomba sexual que habían creado y de quien ahora podían decir que era una cualquiera. No iban a darme un Oscar por eso. Iban a verla a solas en un cine oscuro para después flagelarme en público.

-Pero no afectó tu carrera -señalo-. El año siguiente hiciste dos películas más.

-Yo hacía ganar dinero a la gente. Nadie rechaza el dinero. Todos estaban muy contentos de tenerme en sus películas, y después hablaban de mí a mis espaldas.

-En pocos años, conseguiste la que se considera una de las actuaciones más nobles de la década.

-Sí, pero no debería haber tenido que dar vuelta las cosas. No hice nada malo.

-Bueno, ahora lo sabemos. Ya a mediados de los 80, la gente te elogiaba, a ti y a la película.

-Todo está muy bien en retrospectiva -dice Daniela-. Pero yo pasé años con el mote de adúltera, mientras hombres y mujeres de todo el país se devanaban los sesos pensando qué significaba la película. A la gente le chocaba que se mostrara a una mujer deseosa de que la tiraran. Y aunque soy consciente de mi lenguaje grosero, realmente no hay otra manera de decirlo. Patricia no era una mujer que quería hacer el amor. Quería que la follaran. Y nosotros lo mostramos. Y los espectadores odiaban que les gustara tanto.

Aún está enfadada. Me doy cuenta por la forma en que se le tensa la mandíbula.

-Poco después de eso, ganaste un Oscar.

-Por esa película, perdí a Poché -dice-. Por esa película, mi vida, que tanto me encantaba, se puso del revés. Por supuesto, entiendo que la culpa fue mía. Fui yo quien grabó una escena de sexo explícito con mi exmarido sin consultarle primero. No intento culpar a otros por los errores que yo misma cometí en mi relación. Pero aun así...

Dany se calla, y se pierde por un momento en sus pensamientos.

-Quiero preguntarte algo, porque me parece importante que hables directamente sobre eso -digo.

-Está bien...

-¿El hecho de ser bisexual afectó tu relación?

Quiero asegurarme de reflejar su sexualidad con todos sus matices, en toda su complejidad.

THE SEVEN HUSBANDS OF DANIELA CALLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora