no tan inesperado

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la fiesta se había acabado y ya todos se estaban yendo para sus hogares, claramente ninguno estaba en condiciones para manejar así que a todos se les pidió un uber, o bueno, a los que se iban, ya que tomás y nicolás después de mucho insistirle a iván y por lo mal que se encontraban se quedaron a dormir en la sala, sin perder ni un minuto pues ya estaban tirados en el sofá cada uno de un lado, profundamente dormidos.

iván, en cambio, estaba sentado en su cama mirando el techo en la oscuridad, sabía que todos se habían ido o, bueno, cuando él subió ya la mitad se habían ido. la verdad quería estar solo un momento, para analizar lo que debía decirle a rodrigo cuando se vieran, si es que rodrigo quería aceptarle verse después de eso.

de hecho, justamente a eso le temía, a que rodrigo no quiera verlo ni escuchar una explicación desde de ese inesperado beso, pues tal vez para él haya sido en realidad muy raro y ahora no quisiera saber de él. pero no, rodrigo no era así, aunque existía la posibilidad también sabía que si rodrigo resultaba rechazarlo lo haría de la forma más amable posible, era su personalidad, ser tan empático y dulce, además, estaba casi seguro que las señales físicas y verbales que había visto de rodrigo significaba que sentía lo mismo, no podía equivocarse, no quería estar equivocado.

cuando dejó de escuchar a la gente hablando y despidiéndose en la parte de abajo supuso que se habían ido y que tomás y nicolás ahora estaban dormidos, así se estiró para levantarse, quería ir por un vaso de agua para bajar el alcohol y no sentir ningún dolor en la mañana. para su sorpresa, al bajar se encontró con rodrigo, sentado encima de la mesa de ping pong.

esta vez sintió su corazón detenerse por la sorpresa, rodrigo estaba viendo su celular y al parecer no había notado que ahora estaba parado en las escaleras viéndolo fijamente, pero apenas alzar un poco la cabeza y que sus miradas chocaron, dejó el celular a un lado y esperó a que fuera iván quién se acercara.

──¿qué hacés aquí? ─ preguntó, caminando lentamente hasta dónde estaba el castaño.

──¿me besás y luego me hablás tan feo? que mal educado de tu parte, ivu. ─ bromeó, ambos soltaron una risita por el comentario y el apodo.

iván se acercó más hasta quedar frente al castaño, quién ahora estaba un poco más alto por estar sentado en la mesa de ping pong que le llegaba a la cintura al pelinegro. se miraban fijamente, sus pupilas dilatas demostraban cuanto les gustaba la vista del contrario, y gracias a la sutil pero ambientadora luz del televisor que tenía una chimenea reproduciendo, los ojos de cada quién tenían un sutil color más naranja, así que el café de iván ahora se volvió un color miel que el castaño aseguraba se veía delicioso, y el verde de rodrigo tenía un brillo marrón que solo marcaba más la belleza de sus ojos.

iván tragó saliva desviando la mirada, sintiéndose avergonzado por lo que había hecho en la entrada.

──perdón por el beso, fue un impulso. ─ se disculpó, esperando que rodrigo no se sintiera o se haya sentido incómodo.

──está bien, de hecho, no estuvo nada mal. ─ afirmó el castaño, iván alzó la mirada nuevamente y rodrigo sonrió. ──pero fue muy corto, ¿no crees? ─ se inclinó un poco, invitando a iván a cortar de nuevo la distancia y besarlo bien, no cómo en la entrada, hacerlo cómo si de verdad lo deseara.

y claro que iván lo deseaba.

lo agarró suavemente de la nuca, eso era algo que rodrigo adoraba de iván, la delicadeza con la que lo tocaba y lo hacía sentir tan frágil cómo una obra de arte de cristal; con cariño, se acercó hasta rozar sus labios, sus ojos miraban fijamente la boca del contrario, hasta que al subir la mirada sus ojos se encontraron y cerraron de inmediato, ya no había distancia entre ellos.

sus labios se movieron tan suavemente para disfrutar del contrario, la mano de iván se deslizó con delicadeza hasta llegar a la cintura del contrario, con la otra se sostuvo de la mesa de ping pong para no irse encima de rodrigo, quién de inmediato subió ambos brazos a los hombros del pelinegro y luego se enrollaron en su cuello, atrayendolo más para disfrutar ese beso cómo si fuera el último de su vida.

estaban flotando en esa sala casi vacía. los labios de rodrigo eran suaves, estaban humectados y sabían delicioso para iván, eran cómo una adicción que no podría ni querría dejar jamás; en cambio, los del pelinegro estaban un tanto secos y eso los hacía más asperos, pero eso a rodrigo no podía importarle menos, pues besarlo era lo más emocionante que jamás había vivido.

separarse fue algo desalentador para iván, pues cuando rodrigo se hizo para atrás el seguía buscando sus labios, tan desesperado por otro beso que estaba seguro que se veía patético, pero, ¿a quién le importa? estaba besando al hombre que amaba, lo único que quería es que eso nunca se acabara.

──iván. ─ lo llamó, logrando que le pusiera total atención. ──¿por qué me besaste abajo? ─ creyó que había sido obvio, pero al parecer rodrigo quería oírlo e iván quería decírselo.

──por que me gustás, rodri, muchísimo. ─ respondió, dejando un dulce pico en sus labios, haciendo sonrojar y reír al castaño.

──vos también me gustás, iván. ─ dijo casi en un susurro rozando los labios del pelinegro, quién se estremeció por el tono coqueto que había utilizado en vez de su habitual tono bromista, lo que significa que no, no era una broma ni estaba alucinando, era cien por cien real y estaba pasando.

iván sonrió, estaba tan feliz que sentía que jamás en su vida volvería a estar mal de toda la alegría que desbordaba en su cuerpo. con sutileza pero muy rápidamente agarró al castaño de la cintura con ambas manos y lo pegó a su cuerpo para así besarlo otra vez, recorriendo cada parte de la boca de rodrigo con la suya, disfrutando tanto de sus labios cómo si fuera un plato de capelettinis después de no haber comido un mes entero.

rodrigo se bajó de la mesa sin separarse, entre beso y beso subieron las escaleras en camino a la habitación de iván, riendo suavemente al chocar con algo sin querer; al llegar rodrigo tiró a iván a la cama y se retiró sus zapatos, los besos siguieron, casa vez más largos e intensos mientras daban vueltas en la cama riendo y atrayendose uno al otro. el cansancio al final les ganó, se hundieron en el colchón de iván mientras se abrazaban cómodamente, ambos estaban tan felices de estar juntos, cómo si hubieran anhelado ese momento desde que se conocieron.

una cita ٭ 𝑅𝑂𝐷𝑅𝐼𝑉𝐴𝑁 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora