《sᴘʀᴇᴇɴ ᴘ2》

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•sᴇʀɪᴇ: Tortillaland 2•

•ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀs: no pretendo incomodar ni sexualizar al personaje de Spreen, por lo que abstenerse a hacer algún tipo de comentario ofensivo. Gracias•

•ᴍᴀʟᴇ ʀᴇᴀᴅᴇʀ•

•ᴘᴇᴅɪᴅᴏ ᴘᴏʀ: KimberlyEspinasa espero que te guste. Me pediste parte 2, pero como no sabia que hacer he intentado seguir con la historia, sorry si no esta bien 😪•

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Lentamente pasó el paño por encima de la mesa, quitando cualquier capa de polvo que obstruyera el brillo del mármol rojo. Se retiro un mechón del rostro, evitando que entorpeciera su vista y retirara visión de su trabajo. Porque si, a fin de cuentas limpiar la pollería era un encargo de Spreen. Del queridísimo señor Spreen.

Que lamebotas se había convertido.

No era de sorprenderse que los rumores empezaran a rondar por los demás ciudadanos. Primero fue por el propio pueblo naranja, donde Juan al enterarse por palabras de Aroyitt, quien se enteró de boca de Mayichi, quien escuchó todo el chisme por parte de Mariana. ¿Cómo se entero el alto de gafas? Bueno, tan poco era raro ver a Spreen yendo a todos lados junto a TenTen. Con éste caminando a sus espaldas o simplemente haciendo todos los recados del joven de gafas de sol; aguantando sus numerosas mochilas, bolsas con materiales, etc. Un completa perra, si había que ser honestos.

Es por eso que Juan fue el primero en acercarse corriendo a su casa, llamando al timbre con desesperación e incluso con intenciones de romper la ventana si no abría con rapidez. Tomoyo se asustó, ¡¿cómo no asustarse con tremenda redada?! Por poco y se queda sin casa. "¿Es verdad lo que dicen?", fue la primera pregunta que recibió de su amigo. Contestó con duda, preguntándole a qué se refería y si se había perdido de algo en el pueblo. Juan no se lo creyó a la primera, diciendo que no bromeara y que le contara la verdad. Pero ver el ceño fruncido de su amigo y la mueca de confusión, supo que de verdad no había escuchado sobre los rumores. Rumores que lo habían tachado de egoista y caprichoso. TenTen se ofendió, ¡¿cómo no hacerlo?!. Ciudadanos anónimos decían que se aprovechaba de Spreen, otros decían que había algo más que una amistad, otros simplemente se burlaban de lo parecido que tenía con Draco y su obsesión con el Profeta. Cada uno decía una historia diferente, pero la lista seguía y seguía.

Obviamente aquellos rumores llegó a oídos de Spreen, que algo molesto y enfadado se vengo anónimamente de algunos de ellos, y más de los que iban gritando aquello por las calles del pueblo central. El chico de orejas de oso intentó alejar a TenTen de todos, simplemente ganando molestia por parte de sus amigos más cercanos. Como de Juan, quien le llamaba de todo por no dejar a su amigo ir de aventuras con él ni hacer ninguna de sus típicas actividades entre colegas. Otro fue Carre, que aunque le tuviera mucho aprecio a Spreen, quería de vuelta a su amigo de orejas de conejo. Y sobre todo, el que más por culo dio durante días fue Tanizen, quien acusaba al jefe del local que le había robado uno de sus trabajadores y aquello se consideraba secuestro.

Y aunque los insultos y malos genios venían y se iban; TenTen no se quedó atrás. Atacó contra las estructuras de Juan, incluso sin tomar en cuenta el esfuerzo que el también había hecho en construirlas. Robo en su propia tienda, y después hizo creer a Tanizen que las había vendido. Y no menos, mintió a Carre con que debía cantidades exageradas de oro al profeta por ser un "chico malo". Era molesto, claro que si, y más cuando los afectados se dieron cuenta de quién era la culpa.

Del amo Spreen.

Terminó por cerrar la puerta con la cerradura, no queriendo que alguien fuera en horario cerrado. No sería la primera vez que sucediera. Guardó la llave en el bolsillo de su delantal, secándose las manos con el trapo y caminando hacia la cocina para dejarlo bien doblado sobre la encimera. Hoy no había ido mucha clientela, solo Carola y Mayichi que eran los más propensos a pasar diariamente a saludar. No le molestaban, pero tenía la costumbre de pasarse horas limpiando aquel lugar para que quedara reluciente, como al jefe le gustaba. Igualmente no fue grosero, y después de estar unos minutos hablando con aquel par, fue que siguió con sus tareas: limpiar el baño, limpiar la cocina y el comedor, guardar la comida en el almacén y recoger los huevos y las cosechas del huerto cuando estuvieran crecidas. Toda una rutina que se había vuelto costumbre con el pasar de los días.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 𝐕𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora