Capitulo 59:Rumbos fijos

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El leve sonido de las hojas de los árboles ondeadas por el viento, la cálida brisa del sol y los canticos de los pájaros resonaban en su cabeza. Melissa abrió lentamente los ojos siendo lo primero que ve es el hermoso cielo azul adornado por las nubes blancas, ya era de día.

-Melissa: ¿Cuanto tiempo me desmayé? (poniéndose de pie al estar un poco mas recuperada) Me duelen los pulmones (dijo presionando su pecho por el dolor interno)

En lo que intentaba amainar el dolor pulmonar respirando de manera lenta esperando que su idea funcionara, se tomó un momento en ver su alrededor. El ambiente frió, inhóspito y mortal que asolaba la zona había desaparecido en su totalidad y esta fue cambiada por la calidez, pacifismo y vivida sensación, la montaña natagumo fue liberada de los demonios, cosa que le hizo sonreír levemente hasta que notó la ropa blanca de la fallecida quinta luna inferior.

-Melissa: Solamente quedó esto de el (dijo con cierta pena levantando los ropajes del suelo)

Hizo un agujero en la tierra donde enterró la ropa del demonio para después colocar una que otra roca apilándolas creando una tumba improvisada.

-Melissa: (suspira) Debo seguir moviéndome, no se que tan lejos está Musutafu de aquí o si me voy a tardar días. Mejor continuo en lugar de hacerme preguntas que no puedo responderme a mi misma (dijo retirándose envainando su katana todavía desenvainada)

Así con la montaña natagumo libre de la influencia demoníaca y sin mas obstáculos en su trayecto. Melissa por fin se dirigió a la ciudad ahora sin tener inconvenientes por el camino de ningún tipo.

Mientras tanto

En casa de las Midoriya, Eri estaba en la sala dibujando tranquila en uno de sus cuadernos, mas detuvo lo que hacía al percibir un aroma delicioso a su olfato.

-Eri: Huele a carne cocinada (dijo levantándose de su asiento y se dirigió a la cocina que es donde provenía el olor)

Al llegar a la cocina, vio a su abuela asando carne en un sartén mientras picaba las verduras y luego volteó a ver su nieta peliblanca.

-Inko: ¿Que pasa, Eri? ¿Te llegó el olor de la carne? (preguntaba con cierta gracia)

-Eri: Es que huele bien, ¿que preparas? (preguntó viendo la carne cocinándose)

-Inko: Estoy haciendo una ensalada de carne para que tu mamá coma algo ya que no desayunó y use esa carne que les gus- ¡Auch! (expresó con dolor agitando su mano derecha)

 -Eri: ¡Abuelita! (preocupada de que se haya lastimado)

-Inko: Estoy bien, solo me corte con el cuchillo. Eri, se buena niña y busca las curitas, por favor (pidió mientras se acercaba al zinc)

Eri iba a buscar dichas curitas como le pidió su abuela, pero se mantuvo quieta al ver que la mano de peliverde escurría sangre. Esa espesa, roja y deliciosa sangre que olía mejor que la carne cocinada que inclusive empezó a babear ante la mera idea de probarla.

 Esa espesa, roja y deliciosa sangre que olía mejor que la carne cocinada que inclusive empezó a babear ante la mera idea de probarla

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La Emperatriz de los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora