Las aventuras de Eri:Efectos secundarios

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Hoy era una simple tarde como cualquier otra, el sol ya estaba a punto de ocultarse en el horizonte para dar paso a la fría e incesante noche, lo que significa que se acercaba la hora de la cena. En el hogar de las Midoriya, Inko se encontraba en la cocina de la casa cocinando un platillo llamado gyudon mientras Rover estaba pasando animado entre sus piernas por el olor de la comida y de vez en cuando le ladraba como sí le exigiera la comida.

-Inko: Ya quítate, pulgoso, no te voy a dar carne. Ya cenaste croquetas (dijo firme apartando al perro con uno de sus pies como sí fuera una patada lenta) ¡Eri, ya está la cena! ¡Ven a comer! (avisó en voz alta mientras servía el gyudon en un tazón)

En lo que su nieta llegaba para cenar, la peliverde dejó el tazón en la mesa de la sala no sin antes llevarlo al patio atrás de la casa para dejarlo afuera con el fin de que no molestara. Justo después escuchó la puerta de la sala deslizarse y dedujo de inmediato que era Eri quien acababa de entrar.

-Eri: Abuelita (habló oyéndose ¿cansada?)

Inko volteó a verla extrañada por el tono tan cansado y mareado que usó su nieta ya que casi siempre se oía sana y animada, pero parece que este no era el caso. Eri tenía la cara muy roja, sudaba a mares que hasta su propia ropa empezada a humedecerse y respiraba con cierta dificultad, cosa que preocupo a la mayor

-Eri: No me siento nada bien (dijo a punto de desmayarse mientras la peliverde se acercó a ella y puso su mano en su frente para revisarla)

-Inko: Tienes la fiebre otra vez (dijo preocupada al sentir su frente ardiendo) Necesitas tomar tu medicamente, pero a la de ya (corriendo hacia su bolso que estaba en una silla cercana y al tomarlo sacó un frasco que contenía el medicamente especial de su nieta) ¡¿Que?! ¿Ya sé acabó? (aumentando su preocupación al encontrar el frasco completamente vació)

-Eri: Tengo mucho sueño... tal vez me sienta mejor sí duermo un poco (comentó ajena a la preocupación de su abuela)

-Inko: ¡¡No!! (gritó sorprendiendo un poco a Eri por su breve arrebato) Necesitas la medicina antes de que... Tiene que haber una pastilla en alguna parte (dijo a sí misma corriendo hacia los muebles con cajones de

Desesperada, Inko empezó a buscar en todos los cajones de los muebles de la casa aunque sea una dichosa pastilla del medicamento que su hija Muzan hizo para combatir los ataques de fiebre de Eri, quien por cierto se comió todo el gyudon en tiempo récord al estar hecha con su carne favorita.

Al cabo de un rato, la peliverde buscó en los cajones del mueble en donde estaban las fotos familiares y en el fondo de uno ellos logró encontrar otro de los frascos de medicina como del que ella llevaba en su bolso, aunque mas desgastado y polvoriento debido al largo paso del tiempo.

-Inko: Gracias al cielo (habló aliviándose al ver que en el frasco todavía quedaba una pastilla mas y volvió rápido a la sala donde seguía Eri al borde de perder la consciencia) Eri, pude encontrar una. Tienes que tomarla ya (pidió evitando sonar mas desesperada entregándole la pastillas a su nieta)

-Eri: Está.. bien (acató sin cuestionar y se tragó el medicamente así sin mas)

-Inko: (suspiró ya mas tranquila) Listo, con eso ya te sentirás mucho mejor en la mañana y ya te puedes ir a dormir, Eri.. ¿Eri? (dijo expectante al no escucharla decir algo y vio que su nieta tenía la cabeza baja con los ojos cerrados, ya estaba dormida) Mejor te llevo a tu cuarto (dijo cargando a la niña entre sus brazos y la llevó a su respectiva habitación)

Algo que inquietaba mucho a Inko es que se supone que Eri solo contrae la fiebre después de que es sometida bajo mucho miedo y estrés emocional, pero últimamente sus ataques de fiebre se han vuelto mas frecuentes de lo que solían ser en el pasado sin ninguna causa aparente.

La Emperatriz de los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora