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Cinco días en la oscuridad sin comida o agua, ninguno de los dos prisioneros recibía atención alguna del juez o bueno, uno si la recibía, Hongjoong tenía el lujo de comer una barra de pan al día y tomar agua mientras que Wooyoung lo observaba con los ojos brillosos, todas las noches lloraba sintiéndose culpable de su propia condena, había roto el trato con Mingi y ahora debía odiarlo con su alma, Wooyoung no quería ser odiado por Mingi, el amor de su vida.

Las llaves resonaron en las celdas y una tenue luz apareció, un chico apuesto había llegado con un poco de pan para Hongjoong, ninguno de los dos había visto a ese chico por el pueblo jamás, ese chico traía el pan de Hongjoong, era la primera vez que lo hacía, quizás Seonghwa no tenía tiempo para bajar y torturarlos un poco. El chico alumbró la cara de Hongjoong y sonrió al verlo, Hongjoong era tan guapo como Seonghwa se lo había descrito, un bello chico de ojos azules y hermosa sonrisa que veía todo como un pequeño niño inocente, aunque, ahora no tenía una linda sonrisa en su rostro, eso lo entristecia ¿No era feliz?

—Usted es tan lindo como lo describe el amo—halagó sonriendo mientras abría la puerta, para Hongjoong no era un halago si lo decía Seonghwa— traje pan para usted, traje un poco más de lo normal, es mi pan, puede compartirlo con ese chico si quiere—apuntó a Wooyoung y este levantó su cabeza, estaba hambriento, un poco de pan era perfecto, sin embargo, Hongjoong negó con la cabeza— ¿No le dará pan?

—No le daré comida a quién no merece tenerla—respondió apretando los dientes, Wooyoung al escucharlo hizo una mueca de tristeza, llevaba tres días comiendo tierra que encontraba en el piso, necesitaba comida de verdad.

—Por favor, Hongjoong, te lo suplico—rogó juntando sus manos, Hongjoong solo lo miró con desprecio comiendo el pan en su cara, merecía morir de hambre.

—Personas como tú no merecen buenos gestos, los traicioneros merecen vivir las consecuencias de sus actos.

El chico los miró a ambos sorprendido por la pelea, ambos chicos parecían odiarse a muerte o bueno, solo Hongjoong parecía odiar a Wooyoung.

—Eres muy valiente, yo también quiero ser muy valiente como tú—sonrió admirando la valentía de Hongjoong al enfrentarse a una mala persona como lo era Wooyoung— si lo deseas...yo puedo ayudarte a escapar sin que el amo se de cuenta—ofreció.

—¿Cómo sé que puedo confiar en tí? Todos aquí son unos traicioneros—había perdido la confianza en todos, Mingi había dicho amarlo y solo fueron mentiras, Wooyoung había prometido protegerlo y cuando tuvo la oportunidad lo ofreció a Seonghwa, era bastante doloroso saber que ninguno allí era de confiar.

—Yo...yo riego las plantas todas las mañanas y enciendo las velas, eso hacen las personas buenas—explicó con inocencia y Hongjoong trató de sonreírle.

—Eres bueno—halagó o eso intentó, el chico había sonreído feliz.

—Puede esconderse en el campanario conmigo, aunque el amo va muy seguido ahí, puedes pasar una noche ahí y luego escapar por el techo.

—¿¡Él techo!?—exclamó aterrado y él asintió.

El chico al escuchar pasos giró su cabeza y jadeó al reconocer quién venía, Seonghwa bajaba con un hombre que tenía un látigo en sus manos, era de cuero. Seonghwa lo miró con indiferencia y con su tono de superioridad y arrogancia le dijo al joven que deje de hablar con los prisioneros y que se vaya, él se había ido de inmediato.

Para sorpresa de Hongjoong, Seonghwa ni siquiera lo miró, Seonghwa se paró en frente de la celda de Wooyoung y la abrió, Wooyoung por un momento sintió esperanza hasta que vió bien al hombre que venía con el juez. Seonghwa le sonrió y Wooyoung empezó a negar buscando ayuda de Hongjoong con su mirada, pero Hongjoong solo lo miró mientras masticaba el pan, haciéndolo sentir aún más desesperado. El hombre del látigo ató sus manos y pies y luego lo obligó a colocarse de espaldas mientras él empuñaba el látigo. El primer golpe fue suave pero eso no evitó que duela, su grito había espantado a Hongjoong que dejó lo que estaba haciendo, luego fueron dos golpes, luego tres, los gritos de Wooyoung se escuchaban por toda la cárcel atemorizando a cualquiera que estuviera ahí.

Seonghwa parecía disfrutar lo que veía, la sonrisa jamás desapareció de sus labios, estaba disfrutando del sufrimiento de alguien que quizás no había hecho nada o había hecho mucho, realmente no sabía nada de él, Hongjoong no conocía nada del joven que tenía en frente, solo conocía su nombre y su edad pero no conocía nada detrás de la persona que lo había traicionado.

Pararon cuando se aseguraron de que la espalda de Wooyoung estaba lo suficientemente roja y lastimada, no querían dejarlo obsoleto antes de su destino, habían sido más de cien latigazos y Wooyoung había dejado de gritar desde hace algunos minutos, el hombre había desatado sus pies pero no sus manos y al final de todo Seonghwa había volteado a ver a Hongjoong con un brillo extraño en sus ojos y su horrible sonrisa, era tan repugnante que sintió ganas de llorar al verlo, sintió un horrible nudo que no lo dejó respirar. Luego de eso, se había ido.

Con la ida de Seonghwa y ese hombre pudo escuchar como Wooyoung empezaba a sollozar y a lamentarse en voz baja, le pedía a Dios que lo mate de una vez en medio de su llanto, llevaba cinco días comiendo tierra y piedras pequeñas, sus dientes dolían por morder las piedras, habían pasado cinco días sin tomar nada de agua, se sentía tan seco que ni siquiera tenía lágrimas, ya no tenía ni siquiera saliva la cual tragar para sentirse menos seco, todo su cuerpo dolía como si estuviera en el mismísimo infierno, ni siquiera entendía de dónde había sacado fuerzas para golpear su cabeza contra la pared hasta sentir que chorreaba la sangre, quería morir, ya no quería vivir más.

—¿Si te pido perdón Dios va a perdonarme a mí también?—escuchó decir a Wooyoung.

—No creo en Dios.

—Perdóname por favor, yo solo quería que Seonghwa deje a mis padres en paz y no le haga nada a Mingi, él me mintió, perdóname Hongjoong, perdóname—rogó por un perdón y Hongjoong lo miró con molestia, no le creía.

—No te creo, tú no lo sientes de verdad.

—¡Lo hago! ¡De verdad lo hago! ¡Perdóname!—gritó desesperado suplicando por su perdón.

—No te creo—repitió.

—Él me amenazó, me dijo que iba a ejecutar a mis padres y a Mingi si no te daba a él, dijo que los dejaría libres y en paz si te entregaba, tenía miedo, entiéndeme por favor, te lo suplico, perdóname.

—No me interesan tus excusas, no te perdono.

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