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No era la primera vez que San encontraba a Hongjoong y Mingi desnudos en la cama y recriminaba sus actos diciendo que estaban pecando, San los últimos días estaba actuando extraño, San siempre fue extraño pero en ese momento es como si Seonghwa estuviera dentro del cuerpo de San controlando su mente inocente, San tenía el cuerpo de un hombre de veinte años pero su mente era igual a la de un niño de seis años, su madurez era igual y eso algunas veces llegaba a irritar a Mingi, Mingi no soportaba que San no sea capaz de razonar y comportarse como debía, ya no era un niño y debía aceptarlo por más difícil que sea, una vez había llegado con muñecos de madera a la casa y les había pedido jugar con él porque eran sus únicos amigos, Mingi negó de inmediato y Hongjoong dijo que no podía porque debía hacer la comida con lo poco que tenían, San en ese momento se había sentado en la mesa y con una mirada triste miró sus muñecos, luego de eso habían encontrado esos dos muñecos rotos afuera y a San llorando dentro de su habitación en la iglesia, el mismo Mingi había entrado para buscarlo, San le gritó que era una persona horrible y le tiró lo que tenía a la mano hasta que se fue, era mejor que se quede regando flores y encendiendo velas para que no moleste en el plan.

Esa mañana luego de sonar las campanas y regar las flores los había ido a visitar luego de dos semanas sin aparecer, los había encontrado en medio del acto, ver a los dos de esa manera fue tan impactante que casi grita del horror pero gracias a Dios o lo que sea que los estaba cuidando en ese momento que él mismo había ahogado su grito con sus manos, había aprendido a hacer eso porque Hongjoong se lo había enseñado para no delatarlos, enseñarle algo a San era como hablar con la pared, había sido un milagro que lograse captar esa orden de parte de ambos.

"Espero que lo cuelguen pronto" fue lo que pensó Mingi cuando lo vió aún en la puerta con sus ojos llenos de lágrimas.

—¿P-Por qué hacen eso?—preguntó con miedo, sus manos temblaban demasiado y no podía controlar ese temblor, odiaba encontrar a su dos amigos juntos— no está bien, Hongjoong no es una mujer—dijo entre sollozos.

—Entonces vete—respondió Mingi cansado de San.

—No, San quédate ahí y no te vayas—esta vez fue Hongjoong— ¿Podrías taparte los ojos un momento?—le pidió y San lo obedeció colocando sus manos, Hongjoong se cubrió con su ropa y tapó a Mingi hasta la cabeza con la cobija para que deje de molestar un rato— ya puedes abrir los ojos, podrías decirme ¿Qué pasa?

—No...—negó con su cabeza dando un paso atrás.

—San, estoy hablando contigo.

San miró la ropa de Hongjoong, su ropa tenía piezas doradas que sólo podían decirle una cosa, Hongjoong al igual que la mayoría de las alimañas del pueblo era un brujo; Hongjoong estaba ideando una trampa para asesinarlos y usarlos para brujería, esos pensamientos hacían que San sintiera pavor del hombre en frente de él que lo miraba sin entender qué le estaba sucediendo. De solo verlo San se sentía ahogado, quería huir, correr lejos del hombre que los estaba embrujando, ahora todo tenía sentido, Hongjoong estaba hechizando a Mingi. Con la respiración acelerada y el corazón a mil San trató de huir de la casa pero la mano de Hongjoong en su muñeca lo evitó, Hongjoong la apretó tanto que dolió y trató de gritar pero no pudo porque Hongjoong lo evitó con su otra mano.

—Déjame en paz—murmuró apenas audible mirándolo con sus ojos abiertos, estaban tan abiertos que daba miedo verlo— ya entiendo por qué el amo te está buscando, debo decirle—dijo aún más rápido entre jadeos.

Hongjoong tuvo que agarrarlo de los hombros y sentarlo en una esquina para sentarse con él, San veía toda la casa como si fuera una amenaza y con todo su corazón se arrepentía de haber ayudado a Mingi. Hongjoong le pidió que cierre los ojos y por miedo de ser lastimado San le hizo caso, no podía sentirse tranquilo porque Hongjoong tenía su mano en su pecho que aún subía y bajaba con velocidad, su cuerpo también estaba temblando y empezaba a sentirse mareado, San se sentía aterrorizado, creía que Hongjoong lo estaba matando.

—San cierra los ojos y piensa en algo que te guste—fue lo único que dijo, por un rato no había dicho nada— ¿En que piensas?

—Regar las flores—respondió con un hilo de voz, sentía que en algún momento iba a morir y eso lo aterrorizaba mucho más, su mente era un lío.

—Ahora imagínate que riegas las flores con tu persona favorita ¿Quién es tu persona favorita?

—El amo Seonghwa.

La casa quedó en silencio por unos segundos, Hongjoong tuvo que tragar saliva para procesar eso y poder tragarlo bien, no era lo que había esperado.

—Bien, imagina que estás regando las flores con Seonghwa—pidió y San apretó sus ojos con más fuerza, no quería verle la cara a Hongjoong— ¿Lo imaginas? ¿Te gusta lo que ves?—San asintió tratando de estar más tranquilo— muy bien, ya está—sonrió esperando a que San abra los ojos— ahora prométeme una cosa San—asintió— no le dirás a Seonghwa donde estamos ocultos ¿Bien? Muy bien Sannie.

—¿Por qué?

—Porque si lo haces te matará a tí también.

Esa respuestas de Mingi hizo que San se ponga tenso de nuevo, su cabeza no lograba entender como nada que no viniera de su amo era positivo.

San dejó la casa a la hora del almuerzo o un poco antes, debía llegar antes de que Seonghwa llegue. Corrió todas las escaleras y fue directo a su mesa donde hacía sus muñecos, ahí trató de retratar algunos pueblerinos que veía diariamente por un rato hasta que tuvo que tocar las campanas, el dolor intenso había vuelto y no escuchaba más que un pitido en su oído que no lo dejaba en paz, trató de seguir con su día con esa molestia pero fue complicado, ese pitido era muy estresante que su única forma de quitarse el estrés fue seguir con sus manualidades y estaba tan concentrado que no escuchó a Seonghwa llegar, no había escrito absolutamente nada, ni siquiera cuando Seonghwa le gritaba para que le de atención, solo supo de su presencia cuando le quitó sus cosas de la mano y las tiró, San podía verlo mover sus labios pero San no lo comprendía, no entendía nada de lo que decía y a Seonghwa le costó entender que estaba sucediendo, cuando lo hizo solo pudo sentarse junto a su ahijado y limpiar la sangre, había pasado lo que más temió por años.

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