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Como todos los días San se despertó en su cama llena de paja, casi podía sentir la madera y eso lastimaba su espalda, dolía tanto que no podía dormir tan bien como le gustaba. Miró el cielo por el agujero y cerró sus ojos al ver la luz, odiaba los días soleados porque le daban demasiado calor y odiaba esa sensación aunque esa vez no había calor, hacía frío y le gustaba, amaba esa sensación cuando el frío le llegaba hasta los huesos, lo hacía sentir seguridad porque sabía que estaba en casa. Llegó la hora justa y empezó a sonar las campanas con toda su fuerza, el ruido era tan fuerte que lastimaba sus oídos, sin embargo, esa vez fue diferente, sentía que algo corría fuera de su oído, algo líquido y su cabeza dolía tanto que no fue capaz de dar todas las campanadas, eso llamó la atención de sacerdote abajo y sus gritos de horror y dolor fueron suficientes para que el sacerdote y su amo vayan a ver que estaba sucediendo arriba.

San se sentía horrorizado, estaba saliendo sangre de su oreja y no podía escuchar bien, no había escuchado cuando los dos hombres habían llegado ni cuando Seonghwa tiró la cesta con la comida y corrió a él porque estaba tirado en el piso con sus manos agarrando su cabeza.

—¡San!—exclamó Seonghwa sentándose con él en el suelo, lo había agarrado y lo enredó en sus brazos tratando de darle calor y consuelo, su llanto era doloroso— ¿Qué te sucedió?

—Duele—sollozó aterrado.

—¿Qué te duele? ¿Qué te pasó?

—¡No lo sé! ¡Duele mucho!—gritó desesperado aferrándose a la túnica de su amo que lo consolaba dándole caricias en la espalda.

—Shh, tranquilo ¿Qué tal si tomas un poco de agua?—lo ayudó a levantarse y lo dejó en un taburete para buscar con más facilidad la cesta con la comida, ahí estaba el agua— toma un poco—la sirvió en un vaso y se la dió él viendo como no podía tomarla bien y mojaba todo.

Seonghwa se quedó con San el resto de la mañana para cuidarlo, San estuvo todo el rato abrazado a él negado a soltarlo porque si lo soltaba se sentía desprotegido y asustado, tan asustado que lloraba a mares pidiendo que vuelva a abrazarlo y darle un poco de calor porque en ese momento si quería calor, un poco porque no siempre era feliz en el frío. Para que San suelte a Seonghwa esa tarde fue complicado pero el joven entendió que el juez tenía trabajo que hacer y se despidió de una manera de la que Seonghwa no era muy fan.

—Lo quiero mucho, amo—le dijo con uno de los muñecos de madera en su mano.

—Uh...yo igual—lo miró con extrañeza y dejó solo a su ahijado.

Seonghwa por un par de semanas había descuidado a sus prisioneros, Hongjoong seguramente debía tener hambre y ni hablar de Wooyoung, debía estar retorciéndose del dolor y llorando del hambre y sed, imaginarse todas las posibilidades que tenía era divertido y exitante, una sensación que amaba. Llegó al palacio de la justicia y bajó a la prisión a ver como estaban sus dos invitados, en unos días iba a ser la ejecución de Wooyoung y debía prepararlo. Cuando llegó sintió un aroma un tanto peculiar no muy normal en el lugar, era muy fuerte y desagradable, se adentró más y quedó perplejo al ver que la celda de Hongjoong estaba abierta y no sólo con eso la de Wooyoung también pero había un detalle no muy interesante y lleno de moscas, desagradables moscas: en la celda de Wooyoung estaba el cadáver del propio Wooyoung, eso hizo jadear a Seonghwa que llevó una de sus manos a su boca sorprendido, tenía una charla pendiente con alguien en específico.

Mingi como siempre estaba rondando por la ciudad aunque últimamente no se veía como antes, se veía más débil y desanimado pero con los días ese rostro desanimado se volvió uno duro y todos decían que se había vuelto más rudo y muchísimo más agresivo con los demás, Mingi no solía ser agresivo ni maleducado como lo era Seonghwa pero según su pequeño escuadrón algo le había pasado.

—¡Mingi!—le gritó Seonghwa cuando llegó a su oficina— ¿Dónde está Hongjoong?

—¿Hongjoong? Realmente no lo sé ¿Qué le pasó?—se cruzó de brazos y lo miró de una manera que Seonghwa consideró un insulto.

—¿Dónde está? ¡Dímelo si no quieres que exhiba el cadáver putrefacto de tu prostituta en la plaza!—gritó harto de repetir esas escenas casi siempre.

—¿De qué hablas?—sabía perfectamente de que hablaba, parecía que apenas se enteraba de lo que había sucedido y con justa razón, si no se hubiera encontrado no estaría gritando por el hereje.

—Necesito que me lo digas Mingi, seré claro y breve ¡Debo tenerlo ahora!

—¿Para qué lo quieres? ¿Por qué estás tan desesperado? Parece que estás obsesionado con el muchacho.

—Porque necesito matarlo ¿Entiendes? No puedo dejar a un brujo con libre albedrío.

—No sé dónde está y si lo supiera no te lo diría, lo dejaré hasta aquí—sé dió la vuelta y dejó la oficina, debía seguir con su trabajo patrullando las calles de su pueblo.

Seonghwa apretó sus puños frustrado y golpeó la mesa harto, estaba muy convencido de que Mingi estaba mintiendo y haría todo lo necesario para que hable con la verdad, no importaba si debía torturarlo o matarlo, haría lo que sea para tener a Hongjoong en sus manos.

Su primera idea la llevó a cabo el siguiente día, sus guardias lo habían llevado al palacio de la justicia a la fuerza, habían tenido que noquearlo y llevarlo así al palacio. Dentro del palacio lo habían desnudado dejándolo al descubierto en una habitación oscura, Seonghwa pensó por un momento que casi mil golpes con el látigo lo harían hablar, su piel había quedado tan roja y lastimada que había recurrido a la sal, había tirado sal sobre sus heridas y ni aún así abrió la boca, había desperdiciado horas oyendo gritos de dolor, quizás para la próxima debía pensar en algo más doloroso, quizás así si diría algo, estaba seguro de que sí.

Soltó a Mingi en la madrugada para que nadie lo vea, su ropa estaba despedazada y casi no podía caminar ni mantenerse de pie, iba por las calles tambaleándose tratando de no caer al suelo, iba encorvado y gimiendo del dolor que sentía, el camino era eterno y caminar era cada vez más, sus pies se sentían pesados y debía arrastrarlos para poder moverse, todo su cuerpo se sentía tan pesado que era difícil llevarlo, cada que sentía que iba a caerse se sentía como si fuera a desmayarse pero no podía hacerlo, no podía desmayarse, debía llegar a casa con Hongjoong y decirle que estaba a salvo y que nadie iba a hacerle nada, esperaba que San también esté ahí para no dejar a Hongjoong solo y desprotegido, si ya no tenía a Wooyoung su deber era cuidar a Hongjoong, intentaría ser lo más fuerte posible para sus dos chicos.

A duras penas llegó a su hogar, tocó sin fuerzas y cuando Hongjoong le abrió la puerta se desplomó ya sin fuerzas, no podía más.

—Maldición ¿Dónde estuviste?—preguntó llevándolo a la cama.

—Haciendo lo posible para que Seonghwa no te encuentre—murmuró a su oído sintiendo como revisaba sus heridas e iba por ropa más adecuada y no unos trapos rotos— estás seguro.

—Eso crees tú.

—Lo prometo.

—Eres un idiota ¿Por qué permites que te hagan esto?—agarró un vaso y sin importarle que sea la reserva del agua empezó a echarla por su espalda para quitar la sal.

—Porque quiero protegerte ¿No lo ves?

—No confío en ti.

—No lo hagas—negó agarrando su mejilla— eres hermoso—sonrió notando la cercanía de sus rostros— muy hermoso—concluyó cuando unió sus labios en un beso.

No supieron como pero un revuelco en la cama había sido suficiente para cambiar algo dentro de Hongjoong y no era la primera vez que sucedía en ese lapso de semanas, no era la primera vez que tenían sexo a escondidas.

Durante el beso Hongjoong había empezado a restregarse sobre él mientras que Mingi metía sus manos debajo de su camisa, una noche de diversión entre ambos para olvidar los problemas no estaba de más, los dos amaban cuando Hongjoong era penetrado y gemia hasta llegar al orgasmo, era la mejor forma que tenían para olvidar todos sus problemas y librarse del estrés aún si lo hacían con lágrimas en los ojos.

PREGAMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora