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La fiesta de los locos estaba por iniciar, una fiesta anual donde los rostros más feos de Brilthor eran ganadores, loco era el desquiciado, al igual que el necio, deforme y lisiado, eran los marginados del pueblo que no lograban encajar en la sociedad, ellos causaban rechazo y miedo a todo pueblerino que lo observara. La festum Stultorum era esperada por todos y se preparaban durante todo el año para el 1 de enero. En aquel festival la gente bailaba, gritaba, se amontona para crear grandes olas de personas y las calles están plagadas de personas de todo tipo. Usualmente esas fiestas estaban plagadas de brujos haciendo sus trucos de magia negra y tocando su música para embrujar al resto de personas que buscaban una vida tranquila haciendo que demonios los persigan hasta matarlos, ellos pecan y nadie los detiene, era totalmente injusto.

La multitud se asombró y abrió paso cuando un majestuoso caballo negro apareció entre el cúmulo de gente, el juez Seonghwa había llegado al festival y detrás de él venía en su caballo blanco el general Mingi y sus hombres ascoltando al juez que después de diez años de insistencia había vuelto a ir a la tan aclamada fiesta de los locos a la que tanto lo invitan. Los pueblerinos recibieron a Seonghwa con respeto y lo saludaron los pocos que pudieron acercarse entre la gente que lo rodeaba, tener una buena imagen enfrente de Seonghwa significaba que no habrían problemas y que quizás no estarías en la mira de investigación para ser exiliado. Era conocido en el pueblo la historia de un hombre que fue exiliado de Brilthor luego de que atacara a Seonghwa mientras salía de la iglesia, Seonghwa se había encargado de buscar el historial de aquel hombre para luego condenarlo al exilio, nadie sabía si se trataba de un brujo o un simple pueblerino, quizás un homosexual o un esclavo, nadie lo sabía, sin embargo, todos temían de Seonghwa luego de eso.

—Es Seonghwa, que sorpresa verlo aquí, señor—habló el panadero del pueblo.

—Por la misericordia del diablo, claro que estaré aquí, no paraban de insistir en querer mi presencia en este lugar—habló con una expresión de asco en su rostro.

—¿Quiere usted algún dulce, señor?—ofreció haciendo referencia a su puesto.

—Quizás más tarde—le dió la espalda y siguió con su camino a su lugar asignado, al menos era tratado como alguien importante y no como un pueblerino más, no soportaría estar debajo del sol todo el día sin poder sentarse.

Una vez Seonghwa se sentó en su silla asignada los espectáculos empezaron, un horroroso hombre había iniciado con trucos de magia sorprendiendo a la masa de gente que lo observaba, luego mujeres vestidas de manera inapropiada subieron al escenario a bailar sus danzas provocadoras moviendo sus caderas de forma seductora haciendo sonar las joyas robadas que tenían en su ropa, ellas se movían hacía él con miradas llenas de seducción y deseo buscando despertar deseo en él, a Seonghwa le daba tanto asco que sus expresiones hacían reír al general. Luego de las mujeres un guapo hombre de cabellos marrones y ojos azules brillantes como las estrellas se subió al escenario a dar un espectáculo, Seonghwa había visto antes esos hermosos ojos brillantes en otro lugar, pero no lo recordaba bien, tenía su cabeza en asuntos más importantes como cazar la plaga y desterrar personas que no valían la pena, la última persona que había llevado a juicio fue un ladrón condenado a pena de muerte, la expresión de horror de la madre del hombre aún no salía de su cabeza y no lo dejaba dormir, cada que pensaba en ella le daban escalofríos. El hombre sobre el escenario había empezado a tocar la flauta mientras bailaba descalzo, Seonghwa no lograba entender de donde había sacado aquella flauta, seguramente la había robado de algún burgués y era repulsivo; al ver más de cerca al hombre supo de inmediato quién era, era el homosexual que encontró en las calles aquella noche. Cada vez el hombre se acercaba a él hasta sentarse en sus piernas con una mirada de burla ante su expresión se asco, el hombre se restregaba en él hasta que harto lo empujó al suelo y sacó su espada apuntando su cuello, no le importaba atravesar su cuello en frente de las miles de personas de Brilthor.

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