Capítulo 6 • De Vuelta en Casa

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La puerta se cerró de golpe detrás de ellos, y sus labios se encontraron en un beso cargado de anhelo. Kate acababa de recibir el alta médica unas horas antes, justo cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Después de días sin poder tocarse, ambos sentían la intensidad del reencuentro recorriendo su piel como electricidad.

El aroma de la cena recién preparada llenaba la cocina.

—¿Preparaste la cena? —murmuró Kate entre suspiros, sintiendo los labios de Peter recorrer su cuello con suavidad.

—Sí, pero... ¿quieres cenar ahora? —preguntó con una sonrisa juguetona, sus manos deslizándose por su cintura.

—No exactamente... —respondió ella con una risa ahogada, enredando sus dedos en su cabello.

Peter la tomó con cuidado y la sentó sobre la encimera, asegurándose de no hacerle daño. Sus cuerpos se encontraron en una danza pausada pero intensa, un lenguaje silencioso que solo ellos entendían. Cada roce, cada caricia, hablaba por ellos. Kate deslizó los dedos por la tela oscura del traje de Peter, sintiendo la firmeza de sus músculos bajo la tela.

—Deberíamos subir... —susurró ella contra sus labios—. No quiero que Lucky nos vea.

Él asintió con una sonrisa, rodeándola con sus brazos. Con una de sus telarañas, los elevó hasta el segundo piso sin separarse ni un segundo de ella. Cerró la puerta de la habitación tras de sí y la depositó con suavidad sobre la cama.

La tenue luz de la habitación proyectaba sombras sobre sus rostros mientras Peter se inclinaba sobre ella, acariciando su mejilla con ternura. Sus besos descendieron lentamente, rozando su piel con la misma delicadeza con la que uno toca un instrumento preciado. Cada contacto encendía una chispa, cada caricia profundizaba el vínculo entre ellos.

Sus suspiros llenaban el silencio del cuarto mientras se entregaban al momento, dejándose llevar por la calidez del otro. Sus manos exploraban con una mezcla de deseo y cuidado, redescubriendo cada línea, cada curva. En la penumbra, entre murmullos y risas entrecortadas, se entregaron a la pasión sin prisas, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos.

Cuando finalmente descansaron uno junto al otro, Kate trazó líneas invisibles en el pecho de Peter con la yema de los dedos, su respiración aún agitada pero tranquila. Él besó su frente con cariño y la rodeó con sus brazos, acurrucándola contra su cuerpo.

—Definitivamente, esta fue una gran bienvenida a casa —susurró ella, con una sonrisa satisfecha.

Peter rió suavemente, enredando sus dedos en su cabello.

—Y eso que ni siquiera hemos cenado.

Ella sonrió, cerrando los ojos mientras el cansancio comenzaba a vencerlos. No había prisa, después de todo.

24 horas antes

«Creo que encontré la melaza» El pensamiento atravesó la mente de Peter mientras se apoyaba contra la pared, atónito. No fue Black Cat quien robó el espécimen. Fue él. Y recién se daba cuenta. Con un movimiento lento, pellizcó la tela en su antebrazo y tiró suavemente. Se estiró como una fibra común y corriente, pero algo en su textura le decía que no lo era.

—Tengo que devolver esta cosa a Oscorp. Pero... ¿cómo me la quito?

La respuesta llegó al instante. Con solo pensarlo, su piel emergió. Sus dedos atravesaron la tela como si esta se deshiciera por sí sola, retirándose en ondas líquidas hasta dejar su mano al descubierto. Su asombro era evidente, incluso detrás de la máscara.

«La máscara»

En cuanto la idea cruzó su mente, la sustancia negra se replegó sobre su rostro, retirándose en finos hilos oscuros. La brisa nocturna acarició su piel desnuda, y la luz de la luna iluminó sus facciones.

Telarañas y Flechas: Volumen II | Spider-BishopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora