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Para cuando deciden regresar al departamento del mayor, la noche se alza elegantemente, decorando con luminosas estrellas el firmamento. La brisa corre con suavidad, acariciando las rosadas mejillas del par de enamorados. Mantienen sus manos fuertemente sostenidas. Dedos entrelazados. Envueltos en su propia burbuja. 

Ingresan al departamento en silencio, una sonrisa nerviosa extendiéndose en sus labios. Sus zapatos son olvidados en la entrada al igual que el saco de Lewis en el perchero. La calidez del interior casi los hace suspirar. 

— ¿Estás cansado? —pregunta el mayor, su voz suave inundada en cariño. 

—Este ha sido el mejor cumpleaños, ¿cómo podría estar cansado tan pronto? Solo quiero que este día dure por siempre —guiña un ojo, con la alegría desbordando cada uno de sus poros. 

Lewis ríe suavemente. Después, vuelve a entrelazar sus dedos con los de Checo para llevarlo a su habitación entre pasos temblorosos. Siente su corazón apunto de estallar contra su pecho cuando finalmente están tan cerca de su cama. 

Lewis toma con timidez los labios de Checo que, después de suaves e imperceptibles toques, se abren contentos para dejar que su lengua explore cada rincón de su boca, dándole más seguridad al mayor. 

Los besos inocentes van tomando intensidad cuando muerde el labio inferior del menor, provocando que un gemido escape desde el fondo de la garganta de Checo. 

No necesitan decir mucho, sus ojos se expresan por ellos. Saben lo que quieren, el sentimiento de deseo ha crecido entre ellos por más tiempo del que recuerdan. 

Checo da el primer paso.  Sus manos curiosas se sumergen bajo la tela de la camisa de Lewis, siente la contracción de los músculos calientes contra sus dedos fríos. La respiración del británico se corta durante unos segundos antes de soltar un suspiro tembloroso. Se detiene unos segundos, no quiere asustarlo. Conoce el pasado de su novio y lo que menos quiere es abrir heridas que aún no han sanado. 

Lewis calma sus preocupaciones, besando con cariño sus mejillas. Los labios del mayor viajan por su rostro, descendiendo con lentitud hasta tocar su barbilla y bajar por la piel expuesta de su cuello. 

La acción incentiva a Checo. Ágilmente se encarga de desabotonar la camisa impecable de Lewis, quién continúa repartiendo besos sobre su piel. Desliza la prenda fuera de los brazos bien trabajados del más alto.   Cuando sus manos deciden deshacerse del pantalón, los dientes de Lewis se clavan con fuerza en su cuello. Checo jadea sorprendido. 

Es empujado por el mayor, puede sentir el terror impregnado en su mirada. No logra descifrar si el susto es debido a la marca que acaba de dejarle en la piel o a la cicatriz que lleva en su corazón. Checo quiere abrazarlo y disculparse pero Lewis lo interrumpe al notar sus acciones. 

— ¡Lo siento! Yo...no quise morderte tan fuerte ahí —la genuina preocupación hace que Checo se sonroje furiosamente por haberse sentido tan bien bajo los dientes filudos —. Es solo que, ha pasado un tiempo desde la última vez que yo...uhm, ya sabes.  

Checo parecía tener muchas ganas de responder por lo que calló su monólogo para escucharlo. No esperó que el rostro del menor se sacuda en lágrimas y se lanzara sobre él para abrazarlo.  — ¡Perdóname, Lew! No quería asustarte, lo juro. Si tú no quieres hacer esto lo entiendo perfectamente, podemos...podemos abrazarnos toda la noche mientras me cantas un poco. Entiendo que Nico te hizo daño y no creas que pretendo sanar todas tus heridas en una noche —Lewis continúa acariciando la espalda de su novio mientras lo escucha lamentándose contra su cuello —. Solo pensé qué tú, oh Dios, perdóname. 

—Checo, solo cállate. ¿Quién dijo que no quiero esto? Solo me sorprendí un poco. Pero me amas y te amo. Y sé que no nos haremos daño entre nosotros, lo sé bien. 

Broken; chewis. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora