Lunes

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La primera señal.

Te conocía desde que la infancia nos había presentado, la inocencia de tomarnos la mano o besarnos la mejilla porque eso hacen los amigos, ¿verdad?

Tu madre y mi madre eran amigas, habían prometido continuar ese legado con nosotros, allí estábamos, recuerdo con exactitud cada vez que tus ojos se hacían pequeños al sonreír, cuando era niño no lo entendía.

Crecimos básicamente juntos, pasamos los procesos de niñez a pubertad juntos mientras descubrimos como niños los nuevos capítulos de la juventud, las primeras atracciones y los pequeños desamores que nunca pasaron de un pequeño dolorcito en el pecho que se olvidaba al cabo de unos días; estuviste a mi lado en cada uno, estuviste a mi lado cuando expuse mi atracción certera por el género igual, cuando sentí la culpa por no ser "igual que los demás", incluso cuando creí que no era lo correcto estuviste allí para decirme que lo era, estuviste para decirme que estaba bien y que para ti seguía siendo de color tenue, pero vivo al mismo tiempo.

Me sentía protegido a tu lado.

Fue inminente el nacimiento de mis sentimientos al paso de los años, la universidad nos vió crecer juntos "como hermanos", o eso solía decir tu madre cuando hacía referencia mirando nuestro cuadro de graduación, ella se sentía tan orgullosa que ver la emoción de mi madre no era realmente distinta, ellas eran tan parecidas, ¿era acaso una coincidencia?

Los latidos de mi corazón se aceleraban cada vez que nuevamente estabas presente, sabía que no había algo más que amara que no fuera estar contigo, sin embargo, ¿era así como se sentía?

Fue un lunes cuando todo inició, mi madre entró por la puerta de mi hogar, no había asistido a su hogar como había prometido, ello la llevó a visitarme, tocó mi frente y sus ojos se abrieron sorprendida negando un poco buscando agua y un paño para ponerlo sobre mi frente.

- Ardes en fiebre. -fueron sus palabras mientras me sentía un poco fuera de lugar, ajeno a la situación y a quienes estaban presentes.

Hacía días con tal fiebre, sin embargo aquella mañana está había empeorado, no sabía que diferencia había con los demás días, y tampoco tenía la fuerza para descubrirlo.

No muy tarde llegaste tú también con esos ojos desesperados y ese rostro de preocupación, en tus manos había aquellos postres, aquellos que tú sabías que yo amaba, mi corazón se aceleró por ello mientras sentía que mi pecho se contraía de emoción.

- Aún tienes fiebre. -fueron tus palabras cuando te acercaste siendo certero con mi madre prometiendo cuidar de mí, ella confío sin pensarlo dejando un beso en mi frente mientras me miraba con una sonrisa antes de abandonar mi hogar.

Un dolor agudo empezó a presentarse como segundo síntoma en la tarde, por un momento imaginé que era muestra de aquella fiebre tan alta, el dolor era simplemente algo inaguantable, procuraba con fuerza no soltar alguna lágrima en el proceso sin embargo vaya que era complicado.

Procuraste cada segundo mi tranquilidad cediendo el medicamento correcto y teniendo total paz en tu rostro intentando no preocuparme, decías no saber que era lo que provocaba tales síntomas, pero prometías quedarte a mi lado cada momento, ello aceleraba mi corazón como un loco.

Ese era mi loco corazón llamando a gritos al tuyo que jamás respondió.

Pétalos de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora