Jueves

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El día cuarto día llegó, con ello un día más de ausencia de aquel hombre, no mentía cuando decía que deseaba verlo, sin embargo tampoco lo era cuando la cabeza me gritaba que lo mejor era evitarlo, las palabras aún no fluían correctamente y no estaba seguro de ser del todo correcto está vez.

Levanté la mirada, nuevas flores había sobre la mesa, visualice un sobre entre ellas y suspiré, "la curiosidad mató al gato" cuánta razón había en aquel dicho, tenía certeza en esa mención.

Teniendo cuidado me puse de pie para tomarla nota y volver a la camilla, había una bonita caligrafía en aquella cartita, definitivamente era interesante, tenía la sensación de haberla visto antes, sin embargo no estaba seguro de ello, adjuntó sus dudas a la ausencia de firma en el papel, aclaré un poco mi voz como si fuera a hablar y entonces presté total y única atención a lo escrito con tal delicadeza.

"Mirando a tu lado, el rayo de luz realza tu naturaleza seductora, tu voz eufónica es música para mis oídos, por lo que mi interior se vuelve borroso."

Un amargo sabor inundó mi boca causando unas fuerzas inhumanas de vomitar, ¿Qué había sido la causante de tal sensación?, No lo entendía, y si era sincero, tampoco buscaba hacerlo.

Esa tarde tampoco me escribiste, la duda comenzó a carcomerme mientras miraba insistente tu nombre en la pantalla de mi chat, ¿Era prudente buscarte?, intenté convencerme de que era así, sin embargo no encontraba respuesta coherente, no había alguna, por lo que desistí de esa idea y cerré nuevamente la pestaña apagando el teléfono dejándolo a un lado.

Miré la nota en mis manos y suspiré un momento guardandola dentro del diario y mi vista volvió a las flores, ¿Quién era aquel que con insistencia dejaba tales detalles?, no encontraba la respuesta que me convenciera.

Mi madre solía decir que "no hay peor ciego que el que no quiere ver", y ello era mi prueba más sincera, la misma que no aprobé con mis dudas.

Miré por la ventana, el cielo parecía triste, las épocas heladas eran protagonistas en ese tiempo, no pudo evitar recordar con melancolía cuando era un niño y jugaba a su lado, solo él y yo tomandonos las manos mientras corríamos entre la nieve que cubría las calles, ¿Era tan complicado hacerlo una vez más?

Nuevamente la melancolía manchó mis recuerdos, pero las lágrimas jamás llegaron a mis mejillas, ni las palabras a mi boca, visualice en siluetas imaginarias a ambos haciendo deformes personajes en la nieve, o irritando a nuestras madres con la insistencia de salir a tomar algo caliente fuera.

De igual manera los recuerdos de la adolescencia me figuraron un nudo en el estómago, cuando mi mano se resguardaba en una de las bolsas de la chaqueta de aquel que tantas sonrisas había causado en mi vida, aquel mismo que me había llevado a la impulsividad.

Era cómico mencionarlo como si aquel hubiera tenido real culpa, sin embargo no encontraba otra manera de realmente decirlo sin que suene a ataque, no encontraba otra manera de demostrar que no era de esa manera, que la culpa no era de él, sino mía y únicamente mía por confundir sus actos de hermandad con actos de amor, de un amor de juventud que no estaba planeado en nuestra vida, un amor joven que jamás nacería y que debía olvidar como cuando olvidas una mala experiencia en un café, debía ser fuerte, los sentimientos ya no dejaban sin oxígeno mis pulmones o sin voz mi garganta, sin embargo seguía sintiendo emociones vanales como tristeza, y quería llorar como un niño aún si las lágrimas no arreglaban el mundo imperfecto.

No podía seguir amándote, pero mi mente se negaba a soltar todo lo que mi corazón ahora ya no sentía.

Pétalos de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora