Martes

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La noche fue desgraciada conmigo a cada hora, al amanecer mi garganta dolía como un millón de dagas clavadas al intentar hablar, sabía que no debía hacerlo, y agradecí la ausencia de personas esa mañana, tomé mi computador y tecleé a tu chat como primer acto informando mi estado como lo habías pedido, suspiré sabiendo que posiblemente a esa hora aún dormías, luego me tiré en la cama, no sabía que sucedía. . . o quizás sí lo sabía y no quería admitirlo.

Tomé nuevamente el computador y empecé a teclear, mis manos temblaron mientras encontraba la respuesta a lo que sucedía conmigo, mis ojos se llenaron de lágrimas que me negaba a soltar a medida que leía, cerré el aparato y lo dejé a un lado mientras le daba la espalda sintiendo el dolor en mi pecho, siendo acompañado por el anterior dolor agudo en mi cabeza.

Así que era así como se sentía.

Giré y giré mil veces en la cabeza la respuesta a lo que haría, sin embargo no encontraba la respuesta, volví a teclear el computador y casi cae al suelo cuando encontré mis soluciones, cada una menos viable que la otra.

- ¿Me amarías también? -murmuró para sí mismo a sabiendas de la respuesta.

Porque estaba enamorado, pero jamás había visto un sentimiento recíproco más allá de su hermandad conmigo, las lágrimas al fin dieron paso en mis mejillas mientras buscaba la cita adecuada; era un acto cobarde y lo sabía, sin embargo no encontraba una solución más viable. . . no quería morir.

Cuando abrí mis ojos fue porque una mano palpaba mi frente, tus ojos conectaron los míos y entonces supe que me había quedado dormido, él apretó ligeramente mi mejilla con sus dedos y suspiré sentándome sobre la cama, la comida llegó a mi, iba a agradecer, sin embargo él negó poniendo suavemente sus dedos sobre mis labios.

- No lo hagas, eso hará que te lastimes. -fueron sus palabras exactas mientras lo miraba con atención, un asentimiento fue mi respuesta.

Decir que aquel día no había sido fantástico habría sido una mentira, pese a mi dolor aquel hombre jamás me había abandonado, se había quedado cada segundo conmigo hasta que la noche llegó, podía jurar que sus mejillas se habían tornado algo rojas, sin embargo no había tenido oportunidad de acercarme del todo a él para preguntar.

Ojalá lo hubiera hecho. . .

Miré mi teléfono mientras lo apretaba, la cita estaba hecha, estaba asustado, sin embargo tenía más miedo a no verlo nunca más.

La semana de miedo apenas iniciaba.

Pétalos de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora