La nieve cubría las calles de la ciudad, las personas reían con sus seres queridos mientras los demás buscaban únicamente la paz entre las luces que iluminaban la noche, parecía ser un invierno como cualquier otro.
Su madre preparaba los últimos detalles para visitar a su hijo, sabía que esté tenía malos ratos cada víspera de estación y evitaba dejarlo solo, una sensación de amargura la consumía sin saber porque, sin embargo tampoco quería dejarse llevar por la paranoia.
Llegó al hogar de su hijo y lo llamó, no hubo respuesta, lo buscó entre las habitaciones hasta que una llamó su atención, abrió la misma y entonces sus rodillas cayeron en el suelo mientras las lágrimas caían de par en par.
— Han.
Murmuró con dolor mientras sobre la cama descansaba aquel joven que alguna vez había sido un alegre niño, aquel que tenía un amor joven y poco a poco había destruido, aquel mismo que no soportó el peso de una promesa, aquel mismo que dormía mientras aquellos pétalos continuaban vívidos como la primera vez que hicieron aparición.
Luhan ya había muerto hacia algunos minutos.
La mujer creía que las condiciones eran crueles, odio el amor, odio la vida y odio la estación que había visto a ambos jóvenes partir en condiciones similares, porque ahora mismo le eran arrebatados todos los sueños jóvenes que pudieron o no nacer, porque era injusto todo lo que sucedía.
Porque los pétalos blancos habían marcado la vida del chico con mirada de ciervo.
Y de la misma manera se despidió, y ahora el pequeño ciervo podría encontrarse nuevamente con el pelinegro que tantas sonrisas le causó siendo los sentimientos no nacidos ahora vividos en alguna fase que nadie más vió mientras el invierno los envuelve siendo el único testigo de su única señal de sinceridad.
Aquellos pétalos de invierno eran libres.
Aquellos pétalos podían iniciar de nuevo.
Aquellos pétalos ahora eran invisibles entre ambas miradas que serían eternas entre la nieve de la madrugada que marcaba la vida de recuerdos inocentes que jugaban con el egoísmo y la sinceridad, pero que culminaban en un destino que solo deseaba verles juntos silenciosamente.Si no te encuentro en la luz entonces te seguiré hasta la obscuridad siendo el calor en el vívido invierno que nos aprisiona buscando la felicidad.
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Pétalos de invierno
Randomla seriedad en el rostro permanecía mientras los pétalos descansaban en sus manos, el último aliento era su regalo mientras desaparecía al par de los minutos. - Perdóname. - No, perdóname tú a mí por regalarte un pétalo en lugar de la flor.