El fin de semana había llegado, no hubo flores esa mañana, tampoco hubo un nota y mucho menos la sensación de vacío, la sensación de equivocación, la sensación de melancolía, un suspiro se escapó de entre mis labios, hubo llamada de mi madre esa mañana, sus gritos histéricos me llenaron de cólera hasta que está misma fue disipada en cuestión de segundos al escucharla.
— ¡Porque fuiste tan egoísta que no notaste que no solo tú morías, sino él también lo estaba haciendo! —me sentí atacado, me sentí despreciado por mi propia madre, sin embargo aquellos sentimientos fueron mínimos cuando todas las piezas encajaron.
Sus mejillas rojas, su sabiendas de la sensación de dolor. . . las notas del hospital, él velaba por mi sueño cuando únicamente en mi persona había sido vívido el miedo, el pánico, la paranoia y el egoísmo, me sentí estúpido en ese momento, quise gritar, quise llorar, sin embargo el vacío nuevamente me respondió mientras me dejaba caer sentado sobre la camilla.
Ella tenía razón, mi madre jamás se había equivocado y está no era la excepción, había sido egoísta, había sido estúpido, ¿Por qué no había preguntado?, ¿Por qué me había guardado cada palabra escribiendola fríamente en mi cuaderno como si aquel fuera a darme la respuesta?
— Perdóname. —pidió en un susurró mirando las antiguas notas que estaban en su cuaderno, aquellas que habían llegado con bellas flores cada noche mientras se mantenía en el hospital, lo veía injusto, era demasiado injusto para mí, para él, para nosotros.
Esa noche firmé mi acuerdo para abandonar el hospital y corrí, corrí todo lo que mi cuerpo me permitió hasta llegar a su hogar, el aliento me faltó cuando llegué a su puerta, eso no hizo que me rindiera.
Entonces golpeé aquella, golpeé con tanta insistencia que fue imposible que aquello pasará desapercibido, sin embargo la puerta no fue abierta, busqué entonces aquel repuesto que alguna vez me había mencionado bajo el tapete, cuando lo encontré mis manos temblaban buscando el picaporte, batallé intensamente hasta que logré abrir la puerta, busqué en cada habitación de aquella casa hasta que una fuerte tos llamó mi atención, entonces me detuve, tomé una respiración y busqué mis facciones más relajadas entre mis demás facetas.
Abrí la puerta indicada y encontré allí a quien alguna vez llamé "mi segunda madre", aquella miró con tanto odio que me sentí diminuto en aquel momento, agaché la mirada y entonces lo ví, pétalos color blanco eran manchados con carmesí siendo repartidos por el suelo de la habitación.
— ¿A qué has venido?, ¿No lo has arruinado lo suficiente? —habló aquella herida mujer mientras me observaba, levanté entonces la mirada y pude ver como él tomaba la mano de su madre dejando un beso en el dorso de esta susurrandole algo que no logré escuchar.
El labio de aquella dama tembló y abrazó a su hijo con fuerza antes de levantarse para salir por la puerta, no hizo intento de ocultar su odio golpeando mi hombro, sin embargo lo entendía de alguna manera.
Me acerqué lentamente hasta la cama, más pétalos adornaban la sábana, el rostro serio jamás me abandonó, él volvió a toser recibiendo en su palma nuevos puros pétalos que eran adornados por el rojo de su sangre, no me sentí valiente para poder mirarlo.
— ¿Por qué lo hiciste?
Su casi extinta voz en un murmuro llamó mi atención, sin embargo mi mirada continúo momentáneamente en el suelo.
Estaba seguro de su respuesta, sin embargo, ¿Era realmente necesaria en ese momento?, ¿Lo era?
— ¿Cómo te enteraste? —respondí con otra pregunta y el hizo una pequeña semejanza a una risa vacía mientras se acomodaba con cuidado sobre la cama.
— La noche que fui a verte, tu computador mostró la cita que habías agendado.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
— Porque era tarde, porque te lo grité en un millar de maneras, pero jamás me escuchaste, porque ya no estaba destinado.
La melancolía me comió el corazón y suspiró un momento mientras se atrevía al fin a mirarlo, sus facciones poco a poco decaian, su piel pálida anunciaba lo próximo y entonces sintió al fin las ganas de llorar, acción que jamás logró mostrar en aquel instante.
Nuevamente aquel tosio, pero mis manos fueron más rápidas recibiendo aquellos nuevos pétalos en mis manos, su sangre me hizo sentir culpable, me hizo sentirme mísero y al fin mantuve el contacto visual con él, sus ojos poco a poco perdían brillo, sin embargo no pude jamás encontrar el mío, sabía que se había extinto injustamente, sabía que había sido mi culpa.
— Perdóname.
— No, perdóname tú a mí por regalarte un pétalo en lugar de la flor. —fueron sus palabras mientras ponía sus manos bajo las mías un segundo dejando un beso en las mismas, era una forma que desconocía en la que él gritaba sus sentimientos en mi presencia —. Luhan, antes de que caiga el último pétalo, ¿Puedo recogerlos todos y dártelos como muestra de mi único y último "te amo"?
Mi corazón se encogió una vez más y desvíe la mirada sintiendo el cristal en mis ojos por las vívidas lágrimas, porque no sentía más las mariposas en el estómago, porque no sentía más la sensación de perdición en sus ojos, porque no sentía más amor por él.
— Sehun.
Su mano fue hasta su almohada tomando un cuaderno de bajo el lugar y entonces suspiró tosiendo una última vez antes de que su cuerpo perdiera voz, sus ojos al fin me dijeran adiós y sus labios formarán una última sonrisa que fuera únicamente dedicada a mi, como una única muestra de su última despedida.
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Pétalos de invierno
Randomla seriedad en el rostro permanecía mientras los pétalos descansaban en sus manos, el último aliento era su regalo mientras desaparecía al par de los minutos. - Perdóname. - No, perdóname tú a mí por regalarte un pétalo en lugar de la flor.