En tiempos remotos un profeta advierte un caos eminente. Mónica descubre un secreto que su familia y el gobierno ocultan ¿Será capaz de descifrar la profecía?
Su deber es salvar al mundo contra ángeles y demonios, para ello debe reunir a otros chico...
Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida,
la muerte canta noche y día su canción sin fin.
Rabindranath Tagore
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Cancún, México.
La funeraria cargaba entre sus hombros el ataúd de la difunta joven María Fernanda Urcino Bahena de 19 años, a su paso le cedían el camino personas en luto, entre ellos la familia Urcino. Mónica llevaba en su mano una rosa con la carta escrita de su hermana, doña Sonia sollozaba junto a Diego la pérdida de su hija. El cielo gris anunció una llovizna, el cambio climático impedía por tercer día consecutivo los rayos de sol, un frente frío azotaba la cuidad de Cancún. Todos los familiares y amigos abrieron sus paraguas, las gotas de lluvia escurrían el ataúd, apagando algunas velas del altar. Los hombres de la funeraria llegaron a su destino, el hoyo y la tumba en forma de ángel para enterrar el cuerpo de Fernanda.
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A petición de Mónica, se le pidió que portara su lujoso vestido negro, entre sus manos un par de rosas negras; obsequio de su hermana.
El pastor de su iglesia local recitaba el Salmo 24 :—Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre—, leía su Biblia mientras las gotas de lluvia empapaban sus páginas arrugadas, las nubes grandes y grises cubrían el cielo, debajo de un árbol seco los hombres de la funeraria bajaban el ataúd—. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento—. Mónica se acercó hasta la tumba arrojando la carta que caía en espiral y la rosa al lugar de entierro.
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