En tiempos remotos un profeta advierte un caos eminente. Mónica descubre un secreto que su familia y el gobierno ocultan ¿Será capaz de descifrar la profecía?
Su deber es salvar al mundo contra ángeles y demonios, para ello debe reunir a otros chico...
"Hay una cortina de humo detrás de cada programa de gobierno."
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Abril despertó luego del experimento mental. Un extraño daño en los sistemas borró toda la información almacenada de ella.
El gran instinto de Abril era tan agudo que se percató que estaban experimentando con ella. Se puso en pie, desgarró su bata blanca, golpeó con fuerza los cristales blindados. Los espejos se iban agrietando, hasta que de un golpe certero rompió el cristal hacia el cuarto de investigación.
La alarma se activó.
Unos guardias con pistolas con sedante llegaron para calmar a la Nefilim en descontrol. El Dr. Lewis se calzó su bata de laboratorio, tomó su maletín, a paso apresurado, cargando su equipaje salió de su instalación hasta donde se encontraba Abril.
El Dr. Lewis llamó a Nataniel —me temo que esta chica no se trate de un Nefilim, sus características son más oscuras—. Informó por un comunicador de transmisión.
Ciudad del Vaticano.
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A 1,767.0 km de distancia, Nataniel se encontraba en la Ciudad del Vaticano, en una misión secreta como Jesuita. Vestido con su traje de sacerdote rezaba el Padre Nuestro frente a una estatua de Jesucristo. Una llamada que provenía del Proyecto Anunaki, a la cual el pertenecía, intentó comunicarse con él —aquí Nataniel ¿Cómo que la chica no pertenece a la jerarquía Gibborim?—. El joven dejó su plegaria un instante.
El Dr. Lewis se comunicó a través del transmisor —Su conducta y anomalías parecen apuntar a tu teoría Nataniel. De ser cierto, necesito que vengas lo más pronto posible—. Pidió apresuradamente.
—De acuerdo, iré lo más pronto posible —acató Nataniel.
Nataniel se despojó de su estola que tenía en su cuello.
Caminó por los grandes pasillos lujosos del Vaticano, hasta llegar a una cámara secreta, solo los miembros de alto rango dentro del Vaticano tenían acceso. Abrió la compuerta con una tarjeta de identificación: «Jesuita Nataniel, perfil acertado». La puerta se abrió. Bajó las escaleras, tomó un candil para alumbrar el camino es espiral hasta un cuarto secreto. Abrió el cerrojo, alumbró lo que parecía ser un cuerpo de un ángel caído en una cápsula de seguridad.
