01.

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—No se preocupe mucho, señora Sung. Yo me encargaré de que su hijo este bien —le aseguró un pelinegro mientras sonríe, la contraria forzadamente le devuelve la sonrisa.

—Muchas gracias, joven Zhang. Si ocurre algún problema puede llamarme a mí o a mi esposo, ¿de acuerdo? —el chico asiente mientras que toma su mochila y da un paso atrás, la madre le entrega las llaves y sonríe.

—La mantendré al tanto.

—Y una cosa más... Hanbin no suele hablar mucho, ignoralo cuando este un poco raro —su mirada es con advertencia, casi fría, como si aquella señora de cabellos negros cambiará por completo, sin embargo, Hao solamente asiente restándole importancia—. Hasta la próxima semana.

Zhang Hao cordialmente espero a que la señora Sung se marchará, su esposo estaba arriba del auto pero ni siquiera había hecho contacto verbal y mucho menos visual, solamente estaba ahí... Esperando.

Cuando la señora Sung se sube al auto, Hao decide que es tiempo de entrar a la casa, coloca la llave y la gira para después empujar la puerta.

Lo primero que puede ver es un extenso pasillo con fotografías del señor y la señora Sung colgadas en las paredes.

—¿Hanbin? —habla mientras deja su mochila a un lado de la puerta de entrada, comienza a caminar lentamente. La primer habitación es el comedor, muy extenso para una familia pequeña, enfrente de la mesa hay una vitrina sucia—. ¿Hanbin? —vuelve a decir Hao, pasa a la siguiente habitación; la cocina, muy pequeña a decir verdad y aparte de pequeña, vieja, como si nadie hubiera entrado ahí en años—. ¿Hanbin? Soy Hao, Zhang Hao, tu niñero. Debo prepararte la cena —vuelve a llamar y sus piernas vuelven a caminar. La tercera habitación; el baño. El pelinegro no puede evitar fruncir el ceño, esta tapizado de espejos, todos reflejando en posiciones diferentes.

—Sal del baño.

Hao salta en su lugar y gira con rapidez encontrándose con su cabello sumamente decolorado, casi blanco, el chico es de una estatura similar a la de él, siendo un poco más alto por unos cuantos centímetros. No pudo evitar fruncir el ceño, era obvio que el chico ya tenía la mayoría de edad, ¿no tenía que cuidar de él?

—¡Sal en este momento! —lo toma de la muñeca y cierra la puerta de golpe.

—¿Hanbin? —pregunta, el contrario asiente—. Pensé que tenía que cuidar de un niño.

—S-silencio —ahora su voz es bajita, toma de la muñeca del pelinegro—. ¿Mi m-madre n-no te d-dio unas i-instrucci-ones?

—Sí —procede a sacar la hoja de su chamarra y desdoblarla.

—L-léelas, aquí —Hanbin comienza a jalar de él hacia su habitación.

hanbin house ♡ haobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora