extra.

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—¡Hao! —exclamó con una risita Hanbin mientras que cubría su rostro con sus manos—. ¡Yah!

El ahora tintado estaba sentado en la barra de la cocina a unos cuantos metros de la estufa donde anteriormente el pelinegro se encontraba cocinando. Sus delgadas piernas estaban suspendidas en el aire y una sonrisa de oreja a oreja estaba en su rostro mientras que sus mejillas eran adornadas por un lindo color rosa.

El pelinegro por su parte tenía sus manos recargadas en la misma barra a cada lado de las piernas de Hanbin mientras que sus carnosos labios le repartían besos por todo su rostro (antes de a ver sido cubierto) y ahora besaba sus manos con delicadeza y ternura.

—¡Hao! —soltó nuevamente una risita mientras que descubría su rostro y mostraba aquella sonrisa perfecta. Zhang Hao ladeó la cabeza observando mejor su rostro—. Se va a quemar la comida.

—Eso es mentira, la estufa está apagada —alza una ceja, Hanbin ríe nuevamente y pasa sus brazos al cuello del pelinegro para dejar suaves caricias en él, sus pulgares trazan caminos infinitos—. ¿Ya no quieres qué te de besos?

—¡Sí quiero! —forma un puchero—. Pero no me has dado mi beso... —señala sus labios—. Aquí.

Deja un rápido y fugaz beso sobre los labios del tintado, Hanbin le ve con reclamo.

—¡Pero quiero otro que dure más! —aparta sus brazos del cuello del pelinegro para después cruzarlos—. Eres un grosero conmigo.

—¡Tú querías engañarme con lo de la estufa! —le es inevitable soltar una risa—. Mira, ahora yo soy el culpable.

—Sí.

Ahora ambos vivían en el pequeño apartamento de Zhang Hao, dónde claramente no había espacio suficiente para los dos, sin embargo, el pelinegro se las arregló para poder darle todo lo que quisiera. Desde dulces, peluches, ropa... ¡Oh! Incluso Shiro... Una pequeña gatita.

—Hanbin —lo llama, el nombrado lo ignora. Zhang Hao se acerca lo suficiente para que su nariz choque con su mejilla y le de una caricia con ella—. Estaba pensando en algo... ¿Te gustaría vivir en otro lado?

El tintado se gira a verle.

—¿Y-yo s-solito? —pregunta con labios temblorosos, sus hombros se mueven.

—¡Claro que no! —junta su frente con la de él—. Tú y yo en otro lado, tendremos más espacio —acaricia sus piernas que están en un pequeño short—. Shiro podrá tener más espacio... Tendrás mucho más espacio y...

—Pero, yo soy muy feliz aquí. Contigo.

Zhang Hao sonrió y evitó la mirada, él estaba apunto de pedirle a la empresa YueHua un préstamo sumamente caro que tendría que trabajar día y noche para poder pagarlo, para poder ver a Hanbin feliz.

—¿S-seguro? —su voz sale temblorosa, el tintado asiente y abraza su cadera con sus piernas.

—Muy seguro —sus manitas se mueven con emoción y nervios—. ¿Ya me puedes dar un beso?

—Oh... Claro que sí nene.

Y con delicadeza, los labios carnosos del más alto se posan en los labios delgados, moviéndolos con calma, sus manos acarician aún más las piernas de Hanbin, delineándolas. Su lengua se introduce en la boca del más pequeño, saboreando ese sabor a fresas que era característico del tintado. Hanbin se aferra de los hombros de Zhang Hao y los acaricia un poco, ambos se separan tomando aire.

—Binnie... —lo nombra aún sobre sus labios—. Eres tan lindo —sonríe y deja un corto beso provocando que Hanbin suelte una risita, se sonroja de nuevo. Zhang Hao podría jurar que no se cansaría de escuchar todos los días su risita juguetona e inocente—. Tan tierno —le dice llevando sus manos a sus mejillas para después pellizcarlas un poco—. Tan hermoso y precioso —besa su naricita.

—¡Yah, Hao! —vuelve a exclamar mientras que un sonrojo crece de manera rápida en sus mejillas.

El pelinegro sonríe encantado pues el ambiente en el hogar era demasiado hermoso, tenía a ese pequeño y hermoso chico de cabellos tintados, sonrisa hermosa y ojos achinados. Cada vez que llegaba cansado de su trabajo de medio tiempo, sabía que siempre estaría esperándolo junto con una pequeña gata, cada día valía la pena si Sung Hanbin, estaba con él.

—Hao —lo llama—. Yo jamás sentí esto pero... Creo que te amo.

Unos hoyuelos se hacen presentes en las mejillas del castaño.

—Yo no creo... Yo te amo.

Y le vuelve a besar con la mejor sonrisa de por medio, donde antes vivía Hanbin, no era una casa. Pero ahora, si se sentía como una.

En definitiva, está es la casa de Hanbin.

hanbin house ♡ haobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora