Adelanto Robín y Arturo 1 (Nueva versión)

82 17 15
                                    

Cómo ya he contado muchas veces, estoy reescribiendo Robín y Arturo 1, añadiendo más capítulos y desarrollándolo mejor. Una vez esté la nueva versión completa, la subiré entera a Wattpad. Es por eso que no he actualizado Robín y Arturo 3, necesito esta nueva versión para cerrar bien la trilogía. Estoy avanzando mucho, y he llegado, por fin, al nuevo primer beso de Robín y Arturo (el cual representa la ilustración de arriba), y me ha quedado tan bonito que no he podido contenerme a enseñaros la escena. Espero que al leer esto la espera sea más amena y comprendáis lo mucho que merecerá la pena, porque creo que no hay ni punto de comparación entre esto y la versión antigua.

Si mi inspiración no me abandona, estimo que la versión nueva estará para finales del verano.

(Ilustración hecha por astro_lart en Ig)


—¿Qué es esto? —preguntó Robín, al contemplar las luciérnagas que iluminaban cada vez más y más el camino.

—Hace unos días salí a pasear y me perdí, y al caer la noche vi las luciérnagas. —Siguieron andando—. Seguí a algunas —Se detuvieron— y llegué hasta aquí.

Se detuvieron en un claro cerca del río, plagado de lucecitas doradas. Las luciérnagas volaban como un manto de estrellas flotando a su alrededor. Los ojos de Robín se cristalizaron, su pecho se llenó de calor y las palabras se esfumaron de su boca. Con la mano de Arturo entrelazada con la suya, aquello se sentía... como volver a casa.

—¿Esto era lo que querías enseñarme? —Miró a Arturo casi sin creérselo, incapaz de procesar que hubiera hecho algo tan bonito por él, qué le hubiera dado tanta importancia a lo que le contó.

Sentía unas ganas tremendas de unir sus labios con los suyos y besarlo, besarlo y no parar hasta que sintiera lo mismo que él estaba sintiendo en aquel momento.

—Me pareció un buen lugar para jugar. —Robín rio, al borde del llanto, y Arturo limpio una lágrima que se le escurrió—. Vamos. Ve a jugar, bandolero.

Robín sonrió ampliamente y comenzó a correr por el bosque, balanceándose en las ramas y dando vueltas entre las luciérnagas. Arturo lo admiró con una gran sonrisa, cautivado por cada movimiento o gesto que hacía. El calor de aquel hermoso momento lo invadió, dejando el frío que había sentido por tantos años como un lejano recuerdo. Cuando Robín agarró su mano y le instó a correr a su lado, a danzar entre las luces a su alrededor, Arturo supo que su corazón por fin había abandonado su pecho. Había ido junto a esa sonrisa que lo había cautivado desde el primer día. Con esa risa que se había convertido en su nueva canción favorita. Y con esas manos, que con el más mínimo contacto lo sacaban de sus pesadillas.

Robín Hood, ese vil ladrón, había cumplido con su cometido: le había robado el corazón.

Se metieron en el río (que apenas les cubría los tobillos) y comenzaron a salpicarse y a jugar con el agua. Robín clavó sus ojos en los de Arturo, cuando este lo rodeó con los brazos. Sentía que relucían más que las luciérnagas, más que la luna incluso. Y quizá fuera esa la forma en la que él veía a Arturo, como una luz. Una luz blanca y brillante que espantaba las pesadillas y tapaba el dolor. Una luz cálida que le hacía sentir completo de nuevo, que llenaba ese enorme vacío que había quedado en su corazón.

Arturo Pendragón era brillante, cálido, hermoso... real. Mágico. Así se sentía todo cuando estaba con él: mágico.

Volvió a sentir el impulso de juntar sus labios. Quería hacerlo. Quería besarlo. Pero Arturo se apartó.

Arturo ni siquiera recordaba la última vez que se lo había pasado tan bien. Quizá nunca lo hubiera hecho. Una sonrisa iluminaba su rostro, incapaz de ser borrada, y sus ojos centelleaban al contemplar a Robín, quien parecía negarse a apartarlos de los suyos. Comenzaba a cuestionarse si así se sentía estar bajo los efectos de un hechizo, porque lo que sentía en aquel momento, era tan intenso que debía ser efecto de la magia.

Robín tropezó y se estampó de espaldas contra un árbol, pero no se lastimó, se echó a reír sin control. Arturo se apoyó en el árbol, contagiado por su risa. Sus ojos se encontraron de nuevo, tan cerca, que sentía su propio corazón latiendo junto al de Robín. Sus ojos se posaron en los labios de Robín, y los de este en los suyos, como si le estuviera indicando lo que quería. Sus manos viajaron por su cintura, mientras Robín sostenía su mejilla, acercándose lentamente al otro, hasta que Robín unió sus labios definitivamente, iniciando ese beso que hacía semanas habían deseado.

No fue un beso fugaz y rápido. Fue largo, lento e intenso. Apenas dejaron que el aire lo interrumpiera. Devoraron sus labios con pasión, como si fuera la cura de todos sus males. Y, por un momento, lo parecía. Fue como si sus almas se unieran y se fundieran en una sola, como si al separarse se desprendieran de una parte de sí mismos que acababan de encontrar.

Cuando al fin pararon por un momento y se miraron a los ojos de nuevo, ambos sonrieron y rieron nerviosos, antes de unir sus labios de nuevo, en un beso más dulce, pero igual de eterno.

Así debería ser siempre un beso: eterno.

Los retellings de Nora (Guía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora