Capítulo 9

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Capítulo IX

Mi abuela, la Monarca Suprema Oriana, amada por su pueblo, respetada por las razas de otros mundos, temida por sus enemigos, era la viva imagen de la dignidad y el honor de su pueblo

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Mi abuela, la Monarca Suprema Oriana, amada por su pueblo, respetada por las razas de otros mundos, temida por sus enemigos, era la viva imagen de la dignidad y el honor de su pueblo. Desde pequeña recuerdo la fiereza de su carácter, autoritario y sin piedad, la dureza de su mirada y la forma en la que juzgaba lo mal hecho, y sobre todo, su compromiso con su posición. Ser la Monarca era lo que la definía.

Para mí era común pasar tiempo con ella, ya fuera ayudándola con algunas cosas de la mansión, con entrenamientos o simplemente pasando la hora de la merienda juntas. No siempre era hostil conmigo, solo durante los entrenamientos o cuando yo hacía algo que ella no aprobara.

Ambas nos encontrábamos en su despacho privado organizando las peticiones y planillas para el Festival de los Puros. Esa era un de esas noches donde me dedicaba a prestarle mi ayuda con el papeleo.

―¿Crees que ganará? ―pregunte en un algún momento siendo totalmente consiente de lo indebido que era mi cuestionamiento.

―Dudas de las capacidades de tu propio candidato. Eso es casi tan vergonzoso como dudar de tu cuima. ―dejó ir con diversión. ―sería menos vergonzoso si no fuera porque ambos son la misma persona.

Para entrar al torneo era necesario que un miembro de una de las familias reales te propusiera, cada familia tenía a tres candidatos. El mío era Audri. Desde que ambos éramos pequeños, y supimos de las diferencias entre los dos, soñamos con ser iguales, o por lo menos semejantes. Luego supimos del torneo y de los beneficios de ganarlo, desde entonces hemos hecho todo lo posible para que él termine siendo unos de los seleccionados y se convierta en un Caballero Sacro.

Guardé silencio por unos minutos sintiéndome una desleal. De cierta forma había dudado de lo que ambos habíamos soñado por mi propio miedo y egoísmo. Perder a Audri nunca fue una opción, y en ese torneo morían muchos candidatos.

―Rubi ¿Alguna vez te he contado de mi vida antes de ser la Monarca? ―Su pregunta fue repentina.

Me quedé atónita unos segundos. Los ojos de la abuela se encontraron con los míos, parecía conocer la respuesta y aun así requería mi negación.

―No.

Ella dejó ir una sonrisa melancólica, algo impropia de su persona, para posteriormente observar fijamente una de las paredes del despacho, esa en la que reposaban los cuadros de nuestra familia, en la cual no me molesté en reparar, podía intuir que trataba de recordar algo de su pasado.

―Cuando yo era una joven, así como tú, huía mucho de mis responsabilidades como heredera y me negaba a ser una prisionera de mi deber. Me gustaba escapar de casa y sentirme alguien común. ―sus últimas palabras las dijo mirando por el rabillo del ojo mi rostro.

Sus palabras me hicieron sentir ansiosa, parecían unas nada sutiles indirectas. De alguna forma me estorbaban las uñas, deseaba arrancármelas.

―Eso es... inesperado. ―dije con honestidad.

DESCENSO  (Balada de los Hijos de la Luna, Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora