₊˚.༄🪞. 𝙡𝙚𝙜𝙖𝙙𝙤 ❞
| Aeryɴ Jo, lα cнιcα odιαdα,
мαldιтα, нιjα de ғαυɴoѕ, ғυтυro de Nαrɴια.
Edmund Pevensie amaba a Emersyus.
Pero ella nunca pudo corresponderle.
Siglos después, encuentra a Aeryn Jo,
una desastrosa copia de su antepa...
...¿Qué os hice yo, mujer desventurada, que en mi rostro, traidores, escupís de la infame calumnia la ponzoña y así matáis a mi alma juvenil? ( Dolores Veintimilla )
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PARTE II. 05 ▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
NADA PODÍA SER para siempre, ¿no?
Aeryn Jo sabía que no podrían pasársela escondidos en esas grutas, o que al final alguien no pudiera salvarse de los telmarinos, pero nunca se imaginó que ese alguien podría haber sido su mamá. No era justo, ella jamás le había hecho un mal a nadie y siempre buscó ayudar a los demás.
Nunca se imaginó tener que llevar una vida sin ella, pero ahí estaba, caminando como una alma en pena, sin rumbo y con el corazón roto.
—¿Seguro que estará bien? No ha dicho nada en días.
—Está procesándolo, no la presiones —aclaró Trumpkin—. Al menos ya camina.
Desde hace tres días los narnianos habían huido de los humanos, tres días desde que les quitaron a su única figura materna y otra vez por culpa de ellos.
Si no fuera por la intervención de Trumpkin y Cyrus, los demás ya hubieran dejado a su suerte a la niña. Según ellos, porque era igual que a los que mataron a sus padres.
Pero ahora, Trumpkin al ser el mayor, tomó el mando. Y había ordenado que nadie le podía decir nada a Aeryn Jo, ya que era lo único que les quedaba de su adorada Sra. Narcissus.
—¿Entonces vamos a caminar hasta Telmar para que nos maten, o cuál es el plan? —se quejó uno de ellos.
Habían caminado días enteros y casi todo el mundo se quejaba sobre si tenían hambre, sueño o que cuántos días tendrías que caminar. Cosa que tenía harto al enano.
—Mamá había dicho algo sobre un escondite en las afueras de Beruna —contestó serio—. Si seguimos así, llegaremos al anochecer.
—¡Y qué tal si no hay nada, ¿eh?! Y solo nos están guiando a nuestra muerte.
Trumpkin, más harto y frustrado que nadie, detuvo el andar captando la atención de todos.
—Miren, montón de malagradecidos. Ustedes ya no son niños como para que los anden cuidando. ¡Váyanse! ¡Hagan lo que quieran! No se los impediré —gruñó—. Pero los que se queden, se los advierto ¡una queja más y los lanzaré desde el puente Beruna!
En su mente, no era posible que un montón de criaturas adolescente y hasta ya adultas siguieran comportándose como niños, esperando que les hicieran caso.
Las criaturas se vieron entre sí, debatiendo que deberían hacer. Al final, unos cuantos tomaron sus cosas y se fueron por un camino contrario, reduciendo a la mitad del grupo.
