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—La chica del flequillo me pidió mi número de teléfono —habló Dazai sin darle mucha importancia a su cometario.

Estaba recostado en la cama de Odasaku mientras observaba a su amigo hacer algo en el escritorio, al otro lado de la habitación. Oda le daba la espalda, pero incluso desde ese ángulo Dazai podía ver que escribía sobre un cuaderno con fluidez.

Esta era la cuarta vez que Dazai visitaba a su amigo directamente a su casa y ya se sentía como si fuera la suya. Su madre era una mujer amable, en cuanto lo dejaba pasar se acercaba a él para ofrecerle comida o bebida que, con toda la honestidad del mundo, Dazai era incapaz de rechazar.

—Ya era hora —Oda se rio y fue un sonido agradable.

—Y pude saber su nombre —agregó Dazai mirando el techo.

Odasaku se detuvo de lo que hacía en el escritorio y se giro sobre su silla para mirarlo, sorprendido por la confesión del castaño.

—¿No sabías su nombre? —preguntó sin ocultar su asombro—. ¿Han pasado cuatro días y no sabías aún su nombre?

—No —Dazai no parecía sentir ni un poco de pena.

—Pero se supone que son amigos, se sienta a tu lado.

—No lo somos —respondió el castaño con sequedad—. Sólo fue una excusa para sentarse con nosotros en el almuerzo todas esas veces.

—Querrás decir, para sentarse contigo —apunto Oda haciendo énfasis en la última palabra.

Dazai se sentó en la cama y se encogió de hombro. Oda se dedicó a retomar lo que estaba haciendo antes, escribir en su cuaderno.

Luego de un rato, el castaño se levantó de la cama y fue hacia la ventana, le gustaba la vista. El jardín de la casa de su amigo era grande, de hecho, la casa también era bastante grande, no era secreto que esta familia era adinerada.

—Apenas llegaste y ya le gustas a las chicas —dijo Oda de repente, retomando el tema.

Dazai dejó escapar un suspiro.

—Pero ella no me gusta a mí —objetó pensando en Ima, la niña del flequillo.

—Dale una oportunidad, quizá termine agradándote. Me refiero a que no la rechaces... — Oda hizo una pausa para reflexionar—, A menos que te guste alguien más.

Dazai casi se suelta a reír.

—Para nada. No estoy interesando en nadie y ni creo que lo esté jamás.

—No creo que sea bueno decir eso.

—¿Por qué no?

—Porque por lo general las personas que dicen que nunca se van a enamorar son las que más profundo caen.

—¿Lo dices por experiencia? —se cruzó de brazos. Pensaba que su amigo estaba aprovechando la ocasión para dar su confesión.

—Claro, Dazai. Lo digo por experiencia —Oda se expresó con sarcasmo bastante notorio, de todas formas, el castaño dudaba sobre ello así que a partir de ese momento se dedicó a hacer pregunta tras pregunta.

—¿En serio? Dime quién es. ¿Cómo es ella? ¿Es linda? ¿Está en la escuela?

En algún momento, había atravesado la habitación entera hasta llegar con Odasaku y rodearlo.

—¿Por qué te interesa? —cuestionó el de cabello cobrizo sin dejar de escribir en su cuaderno.

Su letra era perfectamente hermosa, comparada con la de el castaño que era una maraña de símbolos por doquier muy complicados de leer incluso para él mismo. Este tenía una caligrafía para admirar.

RED GRAPHITE // SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora