16

214 25 10
                                    

Ningún día de la semana era el favorito de Dazai, todos eran igual de terribles a su parecer. En especial los viernes, porque eso significaba que tendría clases de arte dos horas con el profesor de sus pesadillas y tendría que ser humillado frente a su excelente y maravilloso alumno estrella, Chuuya.

Todos los días eran una tortura, en la escuela y en casa, pero desde que regresó de Kawasaki después de la visita a casa de Ranpo, algo extraño parecía haberle sucedido a ese pequeño mundo en el que vivía consternado casi a diario. De repente, las horas pasaban con mayor velocidad, su circulo social aumentó considerablemente de la noche a la mañana y salía con amigos casi todos los días.

No obstante, el mayor de los cambios y el más notorio de todos fue sin duda Nakahara Chuuya. Ese chico pelirrojo que siempre estaba metido en sus propios asuntos sin inmiscuirse en los ajenos, como si todo en su vida fuera él mismo y nadie más, había comenzado a actuar extraño frente a Dazai al día siguiente de que regresara de Kawasaki.

Todo comenzó un jueves por la mañana en que Dazai, como casi todos los días, llegó tarde a su primera hora. Después de una reprimenda por parte de su profesor fue a tomar asiento y en el transcurso en que caminaba entre la fila de asientos, notó un par de ojos azules mirándolo casi con firmeza y sin disimulo.

Tampoco era la primera vez que tenía toda la atención de Chuuya sobre él, pero comparado con veces anteriores, esta mirada sí era algo nuevo. Algo más para agregar al catálogo de cosas que Chuuya hacía o decía de Dazai. Esta nueva mirada ya no era de ese típico enfado sin sentido y sin razón, era mas bien una mirada de incertidumbre como si fuera la primera vez que lo veía.

Dazai lo notó por el rabillo del ojo, pero no le devolvió la mirada, no hizo ningún comentario al respecto y continuó su camino sin más hasta su asiento.

No le pareció raro al inicio, pero sí comenzó a serlo cuando cayó en cuenta de las múltiples veces en que las miradas disimuladas que Chuuya le dedicaba de vez en cuando y sólo cuando estaba distraído haciendo cualquier cosa. Lo miraba al rostro como perdido, como si pensara en algo más.

Fue tanto que hubo un momento en que Dazai comenzó a pensar que tenía algo en el rostro que lo hacía lucir ridículo y que había llamado tanto la atención de Chuuya. Pero no tenía nada de bueno o de malo en él, seguía siendo el mismo rostro de siempre.

Y entonces recordó una de las conversaciones con Ranpo, la noche en que este insinuó cosas sobre Chuuya y sobre él, fue entonces que Dazai entró en un completo e inexplicable pánico.

La última vez que notó una mirada así por parte de Chuuya fue en la salida de la escuela un jueves por la tarde, para esto Dazai ya estaba consciente de la clara homosexualidad de Chuuya, ya lo sabía porque lo había discutido con Ranpo la otra noche y Ranpo nunca se equivocaba. Ya sospechaba que Chuuya se sentía atraído por él y, aunque al principio se lo tomó como broma y le hizo sentir inadecuadamente satisfecho, esta vez no le agradó para nada las miraditas que el pelirrojo ahora le dedicaba.

Hacía días se había prometido molestar a Chuuya respecto a toda esa nueva polémica que sucedía entre los dos, pero ahora que sólo podría sentir y ver a través de un espejo en su casillero su rostro fundiéndose en rojo carmesí con lentitud y por culpa de un chico al que pensaba que odiaba, ya no se sentía en ganas de molestarlo más, al contrario, quería salir huyendo.

Entre más pensaba en cómo Chuuya lo veía al respecto, más incómodo era para él. Pero era una incomodidad sorprendentemente inusual, si pillaba a Chuuya se le revolvía el estómago de tal manera que parecía que alguien le estuviera haciendo cosquillas, y si escuchaba su voz cerca su reacción automática era huir de ahí y aún en la distancia podía escuchar su voz y su risa como si estas se hubieran apoderado de su mente e hicieran eco con le fin de volverlo loco.

RED GRAPHITE // SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora