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La conversación con el director no duró mucho. En resumidas cuentas, no expulsaron a Chuuya y mucho menos a Dazai que sólo fue un tercero en la pelea.

Básicamente, Nakahara dio su declaración de lo sucedido explicando con detalles y sinceridad, y el otro defendió cada una de sus palabras asegurando que todo era justo como el pelirrojo lo planteaba.

Al final el director llegó a la conclusión de que Chuuya debía de recibir un castigo por herir físicamente a Tachihara y a Suehiro. A Dazai también se le dio un castigo más pequeño según que por haber estado presente y no llamar a las autoridades de la escuela para detener la pelea. Sospechaba que sólo era una excusa para darle un quehacer también.

La sanción de ambos chicos consistía en hacer el aseo de las canchas de entrenamiento de deportes y los salones de talleres durante varios días al finalizar las horas de clases. Para Chuuya serían dos semanas enteras de aseo y para Dazai sólo una.

El castigo comenzó a partir de ese mismo día. El lugar que tocó limpiar fue la cancha de básquetbol, techada y con piso de madera. Tendrían que limpiar las ventanas, las puertas, las gradas, y trapear el suelo brilloso de la cancha.

Chuuya estaba buscando unos trapos para limpiar las puertas mientras que Dazai fingía estar trapeando a unos cuantos metros de donde estaba el pelirrojo.

—Ese hijo de puta de mierda, voy a hacerlo sufrir al bastardo. Ya verá que me las va a pagar... —Chuuya maldecía en voz baja al director por hacerlos limpiar.

Dazai se dedicaba a mirarlo, el pelirrojo estaba muy estresado buscando trapos y jabón. Quería reírse al verlo así, pero no era como si su situación fuera diferente a la de él.

—Bueno, yo digo que nos escapemos y no hagamos nada —propuso el castaño con naturalidad.

Chuuya por fin encontró lo que buscaba en ese armario feo y viejo con puertas oxidadas en donde guardaban las cosas de la limpieza.

—¿Acaso quieres que nos aumenten el castigo? —Ya se pondría a trabajar, pero le fastidió lo que dijo su compañero.

Para entonces Dazai ya había dejado de fingir que trapeaba, ahora estaba recargado sobre el trapeador como si fuera el hombro de una persona, descansando muy a gusto. Apenas empezaban a trabajar y ya deseaba irse a casa.

—Va, no es para tanto —declaró jugando con el trapeador, barriéndolo de un lado a otro sin sentido alguno. Que fácil era distraerse de las tareas de limpieza— ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Qué nos expulsen?

Por un instante, Dazai pensó que Chuuya le lanzaría uno de los trapos que traía en mano a la cara. Verlo molesto no era nada nuevo, pero ahora tendría que cuidarse de que no lo golpeara igual que cómo hizo con los niños pandilleros.

—Bueno, tal vez a ti sí, pero de esa yo sí me salvo —agregó recordando lo que le contó afuera de la oficina del director sobre que estaba amenazado con ser expulsado.

—Entonces vete —dijo el pelirrojo con voz monótona mientras tomaba una cubeta que estaban dentro del armario. Empezó a llenarla con agua de una llave que estaba cerca.

—Nah, ya se me quitaron las ganas, escaparme yo solo no es divertido. Solamente lo es cuando arrastras a alguien más contigo.

—Eres un idiota, creo que te llevarías bien con Fyodor.

—Teniendo en cuenta de que es tu archienemigo y lo odias con todo tu ser, estoy haciendo un gran esfuerzo de no tomarme eso como un insulto.

—Pues deberías, porque lo es. —La cubeta de agua se llenó, la tomó y se la llevó lejos de donde estaba Dazai para comenzar con su tarea en paz.

RED GRAPHITE // SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora